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Polibio Díaz

Polibio Díaz

Chiqui Vicioso

Aprendí del educador Jean Piaget que así como las bases de la inteligencia se cimentan durante los primeros cinco años, también las de la felicidad o infelicidad, de la alegría o tristeza, de la vitalidad y depresión, del optimismo y el pesimismo.

Por eso no me sorprendió descubrir en el artista Polibio Díaz, que acaba de ganar el Premio Nacional de Artes Visuales, en el renglón de fotografía, a un hombre feliz, a un creador.

Su risa estruendosa, sus chistes desaforados, su capacidad de quitarse literalmente la camisa para regalársela a quien la admira, me ganaron el corazón, porque me hablaban de un niño que fue profundamente feliz, único varón de un padre que lo adoraba y amado delfín de su madre y hermanas. Niño que nació entre cocoteros, mar, ríos y un árbol que luego convertiría en el alma de su Casa de Tarzán.

Dicen que en toda amistad, como en todo amor, se da un enganche emocional y en la nuestra fue el encuentro entre la vitalidad desbordante de Polibio y la cautelosa vitalidad que caracteriza a quienes perdimos a nuestros padres muy pequeños y comenzamos a descubrir la tristeza desde my temprano.

Contagiada de esa risa acompañé a Polibio a la Bienal de La Habana, a exponer su Isla del Tesoro, una crítica al proyecto de una isla artificial, que arruinaría para siempre el malecón como patrimonio de todos los que no podemos vivir sin el mar, y los barcos que cada día entran y salen del puerto; instalación comestible, con 60 libras de biscocho, que Cubana de Aviación nos ayudó a transportar en dos sillas de ruedas y luego sentó en primera clase y que fue la más popular del evento, con filas que daban vuelta varias veces al galpón.

Contagiada de esa risa, participamos ambos en La Villete, el gran centro de exposiciones de Paris, donde colgaban del techo mis poemas y de las paredes las fotografías de “Interiores”, crónica visual de nuestros barrios y el papel que juega la imagen en la vida de los y las dominicanos, aún los más pobres.

La mezquindad de quienes reseñaron la exposición, dejándonos fuera del recuento, no logró empañar la felicidad de una semana parisiense, donde fuimos agasajados por esa exquisita embajadora que es Lil Despradel
Confiado en que el bien siempre triunfará sobre el mal, y en el poder de la creatividad sobre las limitaciones culturales del medio, Polibio anda por la vida regalándonos el azul de Barahona.

Es por eso que hay que celebrar este Premio Nacional de Artes Plásticas en fotografía, como un tributo a su creatividad artística, y a la alegría de verdaderos creadores frente al premio.

Por: Chiqui Vicioso

luisavicioso21@gmail.com

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