Madrid.- La Navidad no sería la misma sin los árboles con sus figuritas, las luces o los polvorones, una lista a la que se suma el jersey con motivos navideños que, como el turrón, todos los años vuelve por Navidad.
O se ama o se odia. Para muchos se ha convertido en una prenda divertida, en un guiño humorístico a las fiestas navideñas; para otros en una pieza ridícula, extravagante y de dudoso gusto estético.
«Ponerse un jersey navideño es la mejor manera de zambullirse en el espíritu de la Navidad», dice a EFE Javier Álvaro, paisajista de 43 años, quien asegura que independientemente de la edad que se tenga y de cómo quede, es una forma de contagiar alegría.
Sin embargo, para Mar Vicente, administrativa de 58 años, esta prenda es una moda tonta y absurda «que, más que abanderar el espíritu de la Navidad, abandera el espíritu del consumismo».
Día del jersey feo de Navidad
El día del jersey feo de Navidad, más conocido como ‘ugly christmas sweater’, se celebra el 20 de diciembre y para conmemorarlo se usa un jersey navideño llamativo y exagerado durante todo el día y se comparte la celebración con amigos y familiares.

Desde hace una década acaparan escaparates y percheros en pequeñas y grandes superficies; se han convertido en uniforme para el día de la copa navideña en la oficina, la cita del amigo invisible, la cena de antiguos alumnos y, por supuesto, el traje con el que sentarse a la mesa en Nochebuena.
Puedes leer: Brillo, elegancia y calidez: los colores que marcarán los looks de esta Navidad
La clave para acertar es el exceso: cuanto más extravagante, colorido y ‘kitsch’ sea, mucho mejor. «Ha dejado de ser una prenda motivo de vergüenza y se ha convertido en una prenda que se luce con orgullo», añade Javier Álvaro.
Desde Santa Claus hasta luces
Decorados con grandes renos, papá Noel, duendes, grecas alpinas, bastones de caramelo, cajas de regalo, galletas de jengibre, bolas de navideñas o muñecos y copos de nieve, esta prenda cada vez se ve más.
«En mi casa se ha convertido en una tradición. Cada año tenemos que acudir a la cena de Nochebuena con jersey de Navidad y no vale repetir el del año anterior», explica Sergio Sarmentero, de 21 años, estudiante de periodismo.
Los más cotizados son los que llevan luces incorporadas y frases graciosas e ingeniosas. «Cuánto más exagerados y ridículos mejor», dice Sarmentero, que apunta que este jersey también es una herramienta humorística para rebajar la tensión entre cuñados (si la hubiera).

Concursos
«En mi trabajo hacemos un concurso que consiste en lucir el jersey navideño lo más feo que se pueda», dice la filóloga Daniela Losa, quien añade que la peculiaridad radica en que se puede tunear: «Por ejemplo, recuerdo que un año compré un modelo con un lémur con gorro de Navidad y le cosí cascabeles y luces LED, lo que le aportaba un toque hortera extra».
Hay condiciones. No se puede invertir más de veinte euros y en secreto se vota el modelo más feo. «Los premios consisten en un sobre de jamón, una caja de dulces o una botella de aceite, en la oficina nos encanta comer», añade Losa.
Origen
El origen de esta prenda se encuentra en los países escandinavos, pero en los años cincuenta se popularizó en Estados Unidos. Se denominaba ‘jingle jell sweaters’ (jerséis de cascabeles o navideño). Era una prenda con dibujos de copos de nieve, renos o grecas alpinas, no tan estrambótica como las de ahora.
Su popularidad como prenda extravagante y de broma se consolidó en los años 80 gracias al programa de televisión ‘El show de Cosby’.
Su éxito llegó en 2001 con la película ‘El diario de Bridget Jones’, donde el personaje de Colin Firth lucía un modelo azul marino con un muñeco de nieve. Y en 2002 se transformó en tendencia global cuando se organizó la primera fiesta de «Ugly Christmas Sweater Party» en Vancouver (Canadá).
De ahí pasó a las pasarelas. Stella McCartney, Givenchy o Dolce&Gabbana apostaron por versiones a caballo entre la estética alpina ‘après ski’ de Saint Moritz (Suiza) y los jerséis navideños.
Los que los aman disfrutan con ellos, se divierten e innovan, mientras que los que los odian podrían padecer el «síndrome Grinch».

