Por Danilo Cruz Pichardo
danilocruzpichardo@gmail.com.-
El rasgo distintivo del hombre prudente es ser capaz de deliberar y de juzgar de una manera conveniente sobre las cosas”, dijo Aristóteles. Es un desatino, además, el hacer oposición a un gobierno que apenas tiene una semana al frente de los asuntos del Estado.
Desde que tengo uso de razón escucho decir que a los gobiernos se les da cien días.
A partir de ese tiempo –aquellos que tienen por objeto hacer oposición– podrían encontrar elementos de juicio para desaprobar conductas determinadas de las autoridades que fueron electas, por el voto popular, en la contienda comicial del 5 de julio.
Es una injusticia –en el menor de los casos es un acto de inmadurez– expresar que la presente gestión de gobierno lleva el mismo camino de la anterior. ¿En base a cuáles indicadores se formula una hipótesis similar? Es un enfoque carente de argumentos, que flota en el aire, porque no hay forma de justificarlo.
El suscrito respeta las opiniones de los demás, pues es un ejercicio que le corresponde por derecho a los ciudadanos dominicanos. El Art. 49 de la Constitución de la República, que trata sobre la Libertad de Expresión e Información, permite que la gente emita libremente sus pensamientos, ideas y criterios por cualquier medio. Es una facultad, inclusive, universal.
Pero es poco elegante que un profesional de la comunicación esté condenando a una administración gubernamental que apenas tiene una semana que inició. En esa tesitura ya he observado a por lo menos tres comunicadores sociales, los cuales me merecen respeto como persona y también como informadores públicos.
No hay por qué pensar que la intención descansa en dañar imagen prematuramente. Es preferible considerar que se trata de un error. “El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor,” dijo Confucio.
La razón, el juicio equilibrado y reflexivo aconsejan pensar antes de actuar.
Al presidente Luis Abinader, que ganó con el 52.52%, hay que dejarlo gobernar por lo menos durante cien días, margen suficiente para tener una idea, aunque sea mínima, de la dirección de sus políticas como jefe de Estado.