Opinión

QUINTAESENCIA

QUINTAESENCIA

Rafael Ciprián

Cristo constitucionalista.-

Resulta bueno que en estos tiempos de celebración de la Navidad y del Año Nuevo reflexionemos sobre un Cristo vivo, que anduvo sobre las aguas, se rebeló en el templo contra los comerciantes alienados, repudió a los sepulcros blanqueados, curó enfermos, resucitó muertos, hizo vino del agua y realizó muchos otros milagros.

Siempre nos ha resultado difícil sufrir la tendencia que tienen algunos autoproclamados cristianos de hablar preferentemente del Cristo crucificado, del Jesús agonizante. Garrafal error.

Muchas veces hemos afirmado en las clases de maestrías para abogados que impartimos en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y en otras altas casas de estudios, especialmente en Derecho Constitucional o en Derecho Procesal Constitucional o en Derecho Administrativo, que si Jesús, el Nazareno, anduviera como hombre de carne y huesos por estas tierras estaría predicando el constitucionalismo. Y reprendería, con autoridad, a todos los que llamen cristianismo a la doctrina que él sustentara. Fue humilde de alma.

Estamos convencidos, sin ningún género de duda, de que hoy Jesús sería un constitucionalista consumado. Sus preocupaciones teológicas y el lenguaje que usó en su tiempo para expresar las ideas se correspondieron con las necesidades que imponía el escaso desarrollo cultural de la gente.

Juan Bosch, Fidel Castro y todos los grandes líderes del mundo aplicaron esa técnica de comunicación y propaganda de sus propósitos: Hablaron en la forma y el fondo de una manera especial, para que los individuos los comprendieran.

Jesús sabía, como líder ético, perspicaz, con elocuencia y otras sobresalientes cualidades, que era necesario expresar su pensamiento de modo que las personas no lo rechazaran, especialmente las destinatarias de su mensaje.
Para lograr ese objetivo, les habló conforme a la mentalidad del tiempo en que actuó, pero derribando la ideología de época y creando nuevos paradigmas.

Se equivocan medio a medio los que creen que Jesús fue un repetidor de frases hechas o de lugares comunes, o que se acomodó a las circunstancias.

Nada de eso. El hijo de María dejó claramente establecido su espíritu rebelde y su vocación de cambios. Buscó impactar en las mentes y el espíritu para que transformaran la realidad. Por eso exhortó a sus discípulos que fueran por todo el mundo y predicaran las buenas nuevas, que era su evangelio, como táctica esencial para lograr la estrategia del cambio global.

Hoy Jesús sería un constitucionalista porque amó la justicia, sabía dar a cada uno lo que le pertenecía. Por eso mandó a dar al César lo del César y a Dios lo de Dios.

El Nacional

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