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República Dominicana duartiana

República Dominicana duartiana

Por: Maguá Moquete Paredes

maguamoqueteparedes@gmail.com

Si hoy República Dominicana tiene sus cimientes en un Estado libre y soberano, es a la entrega sacrosanta de quien henchido del amor sublime a la tierra que le vio nacer, lo entregó todo por lograr la independencia de la patria del yugo haitiano. Los hombres que junto al forjador de la república iniciaron tan noble labor en beneficio de crear la identidad nacional, con el lema: Dios, Patria y Libertad, pensaron que “Los pueblos alcanzan su grandeza con el trabajo de sus nobles hijos”.

El 1 de diciembre del 1821, Duarte y Díez tenía apenas ocho años cuando el escritor y político liberal José Núñez de Cáceres declaró por breve tiempo la separación de la provincia Española de Santo Domingo, de España, y cambió el nombre de la exprovincia española por el de Estado Independiente de Haití Español. Núñez de Cáceres representaba a un selecto y privilegiado grupo de hombres burgueses cansados de ser ignorados por la Corona y preocupado también por el nuevo giro liberal de Madrid.

Los historiadores han llamado a este breve episodio de la historia dominicana como la Independencia Efímera. Este suceso culminó con la casi inmediata ocupación haitiana por el ejército del presidente haitiano Jean-Pierre Boyer, el 9 de febrero del 1822.

Por otro lado, el 6 de enero de 1823, Boyer decretó el reclutamiento en el ejército haitiano de todos los jóvenes entre 16 y 25 años. Dicha medida hizo que la Universidad Santo Tomás de Aquino, perdiera sus estudiantes y tuviera que cerrar sus puertas. El 14 de noviembre del 1824, el líder haitiano estableció el francés como idioma oficial, único y obligatorio en los actos de los tribunales, del estado civil y de los notarios públicos en toda la isla.

Todo este recurrido histórico, proclama que Juan Pablo Duarte y Díez es el más puro de los dominicanos. La deuda impagable que tenemos con el hombre  patria, sólo se puede resarcir imitando con nuestro accionar, las enseñanzas legadas por estos hombres que con excelso valor entregaron, alma, vida y corazón en la creación de un Estado noble en el cual, nos sintamos orgullosos por poseer virtudes de patriotismo y de lealtad a la patria, que tiene el honor de poseer en su lienzo tricolor un escudo con la Santa Biblia, abierta en el Santo Evangelio de San Juan, capítulo 8, versículo 32, que reza: “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre”.

Con estas sagradas palabras conocemos que la verdad es Dios y que el principio de ser libre se obtiene imitando los excelentes paradigmas de los hombres que como Duarte cargaron con la tarea de trabajar por la independiente del atropello extranjero y que de no ser como planteaba Duarte prefería que primero se hundiera la isla. Vaya la gallardía de este valiente hombre que, con espíritu de gratitud, luchó y engrandeció con sus enseñanzas el lar nativo que hoy disfrutamos, todos los buenos dominicanos que, sin temor a equivocarnos, somos la mayoría.

La patria dominicana, precisa hoy más que nunca del trabajo puro para enarbolar los principios patrióticos aprendidos de los héroes y de los acontecimientos históricos de los cuales el pueblo dominicano ha salido  ganancioso; la patria es la tierra a la cual debemos reverencia, es el Estado, es la nación, es la unificación a la cual debemos respeto y admiración por ser el tesoro heredado de quienes con esfuerzo denodado lo entregaron todo por la nacionalidad, siempre con la esperanza de que nos sintamos orgullosos y acreedores de lo que somos, una República Dominicana con deberes y con derechos, a su soberanía y a su autodeterminación.

Duarte y Díez está colocado en el sitial donde la luz de Dios de lo alto enmarca las ideas transparentes e inmaculadas que irradian patriotismo y divinidad a nuestra nación.

¡Que viva por siempre el forjador de República Dominicana, Juan Pablo Duarte y Díez! ¡Gloria inmarcesible!

El autor es periodista, analista social y geopolitólogo.

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