La sociedad dominicana está orlada por mendacidades que devienen en puro sarcasmo. Al ingenuo pueblo se le promete una cosa, y se hace otra; lo que redunda en una burla.
Pero también es irónica; contrario a lo que predican algunos sectores que se consideran avanzados, para engatusar a fanáticos e incautos, dicen que no hay resultados diferentes haciendo lo mismo todo el tiempo. Pero, siempre violentan ese postulado.
Los que presuntamente triunfan, jalonan junto a los que siempre han obrado para contaminar lo institucional de nuestro tejido social. Es decir, irónicamente, para ser exitosos, tienen que aliarse a entes e instancias que sostienen diversas modalidades de corruptelas.
El que se mantiene aislado, sucumbe o se pierde en el espacio y tiempo de nuestra dominicanidad. Los libres pensadores, siempre aliados a depredadores e hipócritas, rezuman en un eufemismo; su presunto libre pensar contemporiza con lo más nefando. Con una buena parte de intelectuales, sucede otro tanto.
Resulta que, el sarcasmo y la ironía solo edifican u orientan en obras literarias; poetas, artistas plásticos, y otros.
El artista, aunque su creatividad denuncie inconsistencias políticas, está libre de complicidades.
Pero, también, debe estar alejado de mamandurrias y otros beneficios dispensados por quienes laceran a las masas desposeídas.
En resumidas cuentas, los anunciados cambios de gestiones gubernamentales, no lo son. Hay acuerdos que entrañan corrupción, y si, para defenestrarla o aplacarla, se debe contar con sectores corrompidos, entonces somos más de lo mismo.
Si eso es necesario para llegar a la principalía del poder; somos lo que criticamos.