Más que de sermón de siete palabras en la eucaristía del Viernes Santo, puede hablarse de siete torpedos por la carga explosiva de cada una.
Cada quien es libre de hacerse su propio juicio, pero la palabra de más impacto parece la que le correspondió a Robert Valentín Alcántara Belén, arcipreste de la zona pastoral de Villa Mella.
Al comentar la última palabra pronunciada por Jesús previo a su muerte en la cruz “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, el religioso advirtió que “al ritmo que vamos, los dominicanos seremos menos en nuestro propio suelo”. Y lamentó que los partidos políticos estén más preocupados por hacer el trabajo de la justicia que por el drama de los jóvenes que emigran.
Alcántara Belén no excluyó a ningún sector en su filípica. Dijo en su sermón no creer que el país esté bien, y lo peor, desde su punto de vista, “es que algunos no se dan cuenta” de que por cada dominicano que se juega la vida al salir al exterior de manera ilegal, en busca de un sueño, entran al menos cinco extranjeros.
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Esos extranjeros no son otros que nacionales haitianos que huyen de la tragedia de su país. La reflexión de Alcántara Belén es digna de ser ponderada porque no se puede negar el desafío que representa el drama migratorio.