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Sociedad del tigueraje

Sociedad del tigueraje

El tigueraje en RD no es solo en las calles, también está metido en las instituciones públicas y otras dependencias del Estado.

La sociedad dominicana ha perdido el asombro respecto a sus acciones para convertirlas en costumbres con caras y uñas largas, pues sus miembros se han convertido en asesinos de sus procederes.

Al pensar en las causas, evito las palabras valores, crisis de la familia, etc., pues los que más apelan a ellos son los que, al otro día y antes de que se sepa, ya han ahogado a oscuras o con luz su proceder; sobreviniendo el tigueraje, generador de consecuencias.

Ya no es pus lo que emana la sociedad dominicana, por su afán de lucro de sus ciudadanos, de ser notable y pertenecer a los que eligen y ser elegidos. ¿Cómo puede tener tanto pus un cuerpo? Digamos que es pus metafísico.

No hay institución en las que los miembros no sean enemigos entre sí, rompan amistades de años, no por el debate libre de las ideas, conocimiento, aportes; no, sino por querer encabezarlas y disfrutar de lo que se recibe (honores, reconocimientos, placas y certificados, manejos de recursos).

Sociedad del tigueraje

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De ahí la facilidad con que el tigueraje se justifica, se disfraza de robalagallina con la publicidad excesiva que conlleva, generando méritos creados a vapor, cocido a plancha.

Academias, universidades, fundaciones, artes, cual sea su faceta; al llegar sus miembros a las honorabilidades de dirigirlas o ya son miembros activos, se convierten en versados en leer al revés en esas lides y a invernar se ha dicho con la hartura.

En esencia, a esas instituciones se va a adquirirla maestría, la especialidad y el doctorado del tigueraje, demostrado ante cada proyecto creativo que no es creativo nada, a veces fraude, en cada elección de un nuevo miembro y la “renovación” de la presidencia, que es donde están los cuartos a manejar.

A partir de ahí todas se envuelven en discusiones por maniobras antidemocráticas a lo interno para las direcciones, nada de debates de ideas, pues si no se respetan a sí mismas en sus normas internas, ¿van a respetar a sus miembros o a la sociedad que dicen respetar?

Se sabe cómo andan cuando tienen elecciones internas y como son enemigos entre ellos y como introducen nuevos miembros para que voten por el que quiere seguir encabezándola por sus méritos de tigueraje, hace que se llegue a pensar: existen, pero no funcionan para lo que dicen a viva voz.

No hay límites porque nadie se juzga así mismo y se corta las manos, para no decir la cabeza. No son como los padres de antes, cuando un mal comportamiento afloraba fuera de la casa, decían: “Cuando lleguemos a la casa nos arreglamos”; si lo llevamos a tiempo presente, nada pasa.

Todo es un susto que no llega a asustar a nadie. En el caso de cualquier imputación, socialmente ya es una forma de delito que conlleva una mancha. Solo un detergente de calidad la borra, y cuidado.

No hay inocencia en la repetición de un acto de tigueraje personal, lo que hay es consciencia de lo que se hizo, partiendo de que la sábana del diablo es larga pero estrecha, por las uñas largas o cortas se descubre el hecho.

El tigueraje que, para un sector de la sociedad es aplausos y para el otro lo contrario, da que pensar. Sin importar su status social; todo acto ilícito, tumbe, tigueraje, enemistades por la razón que sea tiene su público que arenga a favor o en contra, sin que se negocie con la misma cara.

Sin temor a las consecuencias, por los actos cometidos, no hay ese acto personal que valga, aunque esa misma sociedad se lave las manos o el individuo de a pie o montado, sea de izquierda, de derecha o que esté manco, venga con su crisis de fe como tabla de salvación e iniciar otro circulo dantesco de su tigueraje ante eterno y la sociedad.

El verdadero Estado fallido que les endilgamos al otro está en nosotros mismos, en nuestro proceder.

Por: Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com

El autor es escritor.

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