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Mientras en el caso de las personas el suicidio es una tragedia individual que afecta a amigos y familiares, en el ámbito político puede tener repercusiones a nivel nacional o incluso internacional, afectando a millones de personas.
El declive de un partido político y el proceso que precede a su «suicidio político» puede ser comparado metafóricamente con el deterioro psicológico de una persona que se aferra a la idea de que su existencia terrenal no tiene ningún sentido, y más que todo, se ve asimismo atrapada en una espiral de negatividad y desesperanza.
Así como una persona puede sentirse atrapada en una espiral de negatividad y desesperanza, un partido político puede encontrarse en una situación en la que percibe que sus opciones se han reducido significativamente, y que su capacidad para influir en el curso de los acontecimientos se ha visto disminuido.
Al igual que una persona que contempla el suicidio puede experimentar un aislamiento emocional y social, un partido político en declive puede encontrarse cada vez más aislado de su base de apoyo y de la sociedad en general, que se manifiesta en la falta de conexión con las preocupaciones y aspiraciones de la población, lo que puede contribuir aún más a su desesperación y desesperanza, por sentirse desconectado y marginado.
Asimismo, tanto los individuos como los partidos políticos pueden experimentar un sentimiento de pérdida de identidad y propósito antes de tomar una decisión tan drástica, que al igual que una persona puede sentir que ha perdido su sentido de identidad y propósito en la vida, un partido político puede encontrarse luchando por definir su misión y visión en un mundo político en constante cambio.
Una persona que contempla el suicidio puede experimentar una sensación de alivio ante la idea de poner fin a su sufrimiento, un partido político en declive puede percibir la idea del «suicidio político» como una forma de liberarse de la agonía de su situación actual.
Por: Rafael Méndez
rmendez@gmail.com