Antes que estimular, desalientan condiciones como las puestas por el presidente Luis Abinader para la reforma de la Policía en el sentido de que el proyecto es una tarea de todos.
Ante el salvaje asesinato en Boca Chica de la arquitecta Leslie Rosado por un cabo de la Policía la gente ha vuelto a clamar por un saneamiento que torne más eficaz el cuerpo del orden.
Es una tarea que no resulta tan simple como puede pensarse, pero tampoco es para que teorías o la burocracia alarguen el proceso más de la cuenta.
La reforma no será la panacea para devolver la seguridad a la ciudadanía ni convertir la Policía en una entidad plenamente confiable, pero sí un paso importante para el proceso de saneamiento de la institución.
De los alrededor de 43 mil miembros con que cuenta la Policía es bien sabido que una inmensa mayoría no reúne el perfil para garantizar la seguridad de la población y menos para portar un arma de fuego.
Pero hay que insistir en que no se tiene que esperar esa reforma que se promueve para iniciar una evaluación que despoje del uniforme a los agentes que no presten servicios ni reúnan las condiciones para ser miembros de la institución.