El escenario político dominicano hierve. En silencio, pero con la intensidad de un volcán que anuncia una erupción. Se cocina un acontecimiento que promete estremecer los cimientos del país: la posible fórmula Leonel y Omar Fernández rumbo al 2028, como candidatos presidencial y vicepresidencial por la Fuerza del Pueblo.
Lo que viene y se vivirá es un padre que se resiste a jubilarse del poder y un hijo que irrumpe con la sonrisa del relevo. Dos generaciones, un solo apellido… y una misma obsesión: volver al Palacio.
Todo se vislumbra que se hará desde el partido Fuerza del Pueblo, colectivo que se vende como la nueva alternativa, pero huele a reciclaje fino del viejo PLD con barniz verde. Leonel vuelve a mover las piezas con su estilo quirúrgico: no grita, calcula; no improvisa, espera.
Sabe que el cansancio del PRM y el colapso del PLD le abren la puerta de regreso. Su narrativa suena a “orden, experiencia y rumbo”, pero detrás del guion se percibe la vieja música del control.
A su lado, Omar Fernández, el fenómeno mediático del momento. Joven, educado, carismático. El hijo que heredó la oportunidad de venderlo como novedad. Habla de renovación, pero su plataforma está construida con los cimientos del sistema que dice querer cambiar. Es el rostro amable del poder heredado, el envase millennial de un proyecto político que nació en los 90.
La jugada es brillante y peligrosa: un Leonel que ofrece experiencia y un Omar que promete futuro. Juntos, podrían articular la fórmula perfecta: continuidad con perfume de cambio.

