La tragedia de Los Alcarrizos, que costó la vida a cuatro personas y durante la cual un niño resultó herido, además de conmoción, dispara la alarma sobre la realidad social dominicana.
Todavía estremecida por la muerte a balazos por el expresidente de la DNCD, Félix Alburquerque Comprés, del animador Manuel Taveras Duncan, en un suceso no aclarado, un agente de la Digesett mata a su expareja, una hermana de ésta, la madre de ambas y a un hombre que lo siguió después de cometer los crímenes.
La muerte de Taveras Duncan y la tragedia de Los Alcarrizos son los más sonados, pero no los únicos sucesos con características parecidas ocurridos en el país.
El agente Esteban Javier Cora, de 31 años, no trató de suicidarse, sino de huir, tras quitar la vida a Marianeli Rosario Tejeda, de 36 años; Indira y Paola de la Cruz, de 19 y 16, así como a Liran Méndez Báez, de 54.
Tal parece que el agente entendió, por alguna razón, que con la muerte de las mujeres y no con la suya se liberaba de algún conflicto material o pasional.
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Si bien hay muchos problemas que generan tensiones, no se debe especular sobre hechos que ya incluso cuentan con antecedentes.
Los casos de Taveras Duncan, Los Alcarrizos y muchos otros no son solo para repudiar la violencia que enluta y conmueve al país, sino para explorar alguna fórmula que contribuya con conductas más civilizadas para dirimir conflictos.
