La crisis de Venezuela es solo una de las distintas tormentas que aumentan la incertidumbre tras el retorno a la Casa Blanca del magnate Donald Trump. Aunque el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha reconocido la aparente victoria en las urnas del opositor Edmundo González e incrementado las sanciones a la nación, la posición de su sucesor sobre la usurpación del poder en la nación suramericana tiene en vilo a la comunidad internacional.
En medio de la tormenta que ha dado al traste con los últimos vestigios de democracia en Venezuela, ha disparado las angustias que Trump no recibiera ni siquiera por cortesía a González Urrutia cuando este viajó a Estados Unidos para entrevistarse con Biden.
Esa inquietud se incrementa cuando se toma en cuenta que Maduro, al retener el poder a la fuerza, no hizo más que lo que el republicano intentó, pero sin éxito, tras perder las elecciones de 2020. A la incertidumbre se agrega la contribución con 500 mil dólares que se dice hizo la Venezuela de Maduro a los festejos en 2017 de la victoria de Trump.
En torno a la convulsión en Venezuela a lo más que ha llegado Trump, al menos hasta el momento, es a solicitar que se respete la vida del itinerante González Urrutia, a quien nunca ha tratado como presidente electo, y a la líder opositora María Corina Machado.
Ironía de la vida, Biden deja la Casa Blanca como el gobernante que más empleos ha creado, con 17 millones, en toda la historia. Sin embargo no pudo resolver ni uno de los conflictos que colman el planeta, en algunos de los cuales su país ha tenido una destacada participación.
Ese legado incide en la creciente angustia frente a las presiones de Trump para que Canadá se adhiera como otro estado de su país, recuperar el canal de Panamá, comprarle Groenlandia a Dinamarca y alentar a Israel para que bombardee a Irán. Es obvio que los actos de fuerza que promueve legitiman acciones como la de Maduro, en Venezuela, y la invasión de Rusia a Ucrania. Pero también una eventual embestida de China para apoderarse de Taiwán.
Lejos de ejercer el liderazgo que requiere el panorama internacional para superar la incertidumbre y fortalecer la paz, la democracia, las libertades y los derechos humanos, lo que proyecta la gestión de Trump es un incremento de la confrontación y el desasosiego, retrotrayendo a Estados Unidos, para colmo de males, a los tiempos en que era sostén y aliado de las peores dictaduras de la región y el mundo.
Si falta algo más para acentuar la preocupación no ha de olvidarse que el mandatario estadounidense piensa de la misma manera que muchos enemigos de la democracia.