La frustración por no lograr un cambio en el régimen chavista ha llevado a ocho millones de venezolanos a abandonar el país, mientras que la oposición ha estado organizando protestas durante décadas. A pesar del apoyo internacional y el descontento generalizado, la oposición necesita replantear su estrategia, dejando de lado la búsqueda de las actas y apostando por un llamado a una resistencia civil activa y efectiva.
Venezuela, a pesar de sus abundantes recursos económicos, muestra alarmantes niveles de pobreza. Los gobiernos corruptos facilitaron el ascenso de Hugo Chávez, un militar populista que, aprovechando el auge del petróleo, ganó apoyo popular y usó los petrodólares para adquirir prestigio y aceptación internacional.
Con la caída de los precios del petróleo, el descontento creció y las dádivas se transformaron en represión. La oposición cometió un grave error al calificar de fraudulentos los referendos de 2004 y abstenerse en las elecciones de 2005, perder las elecciones en el 2010, permitió al chavismo consolidar su poder y crear un estado a su medida.
Aunque Chávez falleció, Nicolás Maduro ha mantenido el poder, superando las protestas de una oposición desorganizada. La oposición confía erróneamente en que los miembros del régimen corrupto se retirarán voluntariamente para disfrutar de sus riquezas en el exilio. Líderes de la oposición como Manuel Rosales, Henrique Capriles, Juan Guaidó, Leopoldo López y María Corina Machado han fallado en presentar un proyecto unido y creíble.
El régimen ha manipulado las elecciones y ha creado una estrategia que le da legitimidad y ahora se prepara para perseguir opositores, incluso dentro de su propio partido. La comunidad internacional está atenta, pero la atención puede desvanecerse, permitiendo al régimen reprimir con mayor intensidad y mantenerse en el poder.
Una intervención extranjera es poco probable, ya que a Estados Unidos no le conviene quedarse sin petróleo en medio de una campaña electoral. Los militares están fragmentados y carecen de una estructura sólida fuera de la cúpula. La oposición parece atrapada en un ciclo de negación, rabia y desesperación, que puede llevar a la aceptación resignada.
Es crucial aprovechar el momento antes de que la comunidad internacional pierda interés. Se debe hacer un llamado a la desobediencia civil y a la resistencia pacífica. Si no se actúa ahora, la atención se desvanecerá, llevando a una situación aún más desesperada.