El naufragio de una embarcación en la comunidad de Guayacanes, muriendo 5 personas, demuestra una vez más el incremento de los viajes ilegales, e igualmente cuestiona el cacareado crecimiento económico, bonanza que únicamente habita en la gigantesca suma de dinero que reciben cada mes las autoridades monetarias.
Las sociedades enferman y llegan a ser odiadas. Muchos individuos rechazan «jurar vasallaje y fidelidad» a la colectividad.
Parece un mal de todos los tiempos y todos los lugares; el pesimista filósofo alemán Arthur Schopenhauer, en un arranque nihilista abominó del conglomerado humano cuando dijo: «Aunque el mundo contiene muchas cosas decididamente malas, la peor de todas ellas es la sociedad».
La comunidad educa e instruye a la gente con valores y reglas, pero cuando esas creencias en la práctica no surten sus efectos, y muchas personas entienden que por otros caminos «se llega a Roma», entonces viene la ruptura con las normas, originándose lo que el sociólogo Robert Merton llamó la «anomia». Y es que, «Si la ley tiene fuerza, más fuerza tiene la penuria».
Abusos reducen dominicanos a un solo instinto, sobrevivir
En nuestro país una parte importante de la ciudadanía rechaza el contrato social existente, considerándolo inoperante, y de manera inexpugnable, se lanza a la conquista de sus «sueños» violando códigos y éticas preestablecidos.
Estudiar está en crisis, pues a grandes rasgos se percibe que parte del fracaso de la escuela dominicana viene dado por la visión de algunos, que no ven en la educación criolla una vía expedita para el ascenso social.