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Voces y ecos

Voces y ecos

Rafael Peralta Romero

Como juego de dominó

Agudizar las contradicciones ha sido una vieja práctica marxista-leninista cuyos sustentantes entendían necesaria para lograr sus objetivos políticos. El Partido de la Liberación Dominicana, que se suponía renegado del discurso marxista, ha desempolvado de su archivo muerto esta concepción, con el fin de demeritar al Gobierno.
En lo inmediato, los peledeístas buscan indisponer al presidente Abinader con el Gobierno de los Estados Unidos de América. De este modo quieren alcanzar un nicho en la preferencia del Departamento de Estado. Es la razón por la que solo esa organización política no ha respaldado la posición nacionalista del mandatario dominicano.

En pro de ese objetivo, el PLD ha trazado línea a sus dirigentes para que asuman como discurso el ataque al Presidente por su respuesta responsable en defensa de la soberanía nacional, ante un comunicado injerencista de la legación estadounidense en República Dominicana. El rechazo de la opinión pública ha sido amplio.

Tras ese vano empeño, el PLD ha lanzado al ruedo recientemente a unos fósiles políticos para quienes es aconsejable el silencio, e incluso a políticos natimuertos que a nadie convencen. El fin primario es resaltar la figura del precandidato más votado en su consulta interna, que como no era congreso elector ni convención, no es candidato todavía.

Esa persona, llamada Abel Martínez, es alcalde municipal de Santiago de los Caballeros, y se destacó en el pasado reciente por su repudio a los nacionales haitianos que habitan o transitan por esa ciudad. Los espantaba como atemorizan a los pericos los sembradores de maíz y de arroz. De repente, se duele de los hermanos haitianos.

Los gobiernos peledeístas llenaron de haitianos ilegales nuestro territorio. Danilo Medina, entonces presidente de la República, dijo en un foro de Caricom que teníamos dos millones de ellos aquí. El desborde de ciudadanos haitianos sin documentación y algunos dedicados al delito, ha quedado de herencia al presidente Luis Abinader.

La necesidad de contradecir y maldecir todo acto o palabra de la actual Administración obedece al esfuerzo de promover a un aspirante presidencial atrapado por el pasado reciente, por los desastres de un gobierno considerado el más ladrón de la historia dominicana. Y habla hasta gente que debería ocultarse en sus habitaciones.

Es difícil hacer campaña por un partido cuyos dirigentes arrastran colas tan largas. Desde luego, hablan porque carecen de vergüenza. Nada tienen que ofrecer, por eso intentan tumbar toda acción o discurso del Gobierno. Con su retórica, hueca e insustancial, solo procuran matar la ficha del contrario, como si jugaran dominó.