Delincuencia y criminalidad se enseñorean en barrios del Gran Santo Domingo, Santiago, Espaillat, San Francisco de Macorís, Monseñor Noel, Peravia, Santiago Rodríguez y otras muchas comunidades, donde bandas de sicarios, atracadores y traficantes de drogas mantienen en zozobra a sus residentes, compelidos a encerrarse en sus hogares.
Se resaltan casos como el del sector Los Tres Brazos, en Santo Domingo Este, donde por enfrentamientos a tiros entre bandas de antisociales, hubo que suspender la docencia en escuelas y colegios, además de los fatídicos reportes de seis personas fallecidas a causa de la violencia delincuencial.
Víctimas de robos de motocicletas gestionan su recuperación ante propias bandas de forajidos, clara señal de que esos grupos suplantan la ausencia de la Policía y el Ministerio Público, por lo que, con toda razón, se afirma que se está a merced del crimen y la delincuencia.
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La criminalidad cobró al menos ocho vidas en Santiago durante los últimos días, en tanto que en el municipio de Moca, sicarios que viajaban en una motocicleta ultimaron a tres personas en un supuesto punto de drogas, y en Bonao, delincuentes ultimaron de tres balazos al vigilante de una estación gasolinera.
En la mayoría de esos sectores se presenta la fatídica combinación de incremento de la delincuencia con un reducido o inexistente patrullaje policial, como ocurre en Los Tres Brazos y en el barrio Los Guandules, donde en la noche la gente teme salir hasta al traspatio de la casa.
El ministro de Interior y Policía, Jesús -Chu- Vásquez, anuncio que el Gobierno inauguraría unos 50 destacamentos policiales nuevos o remozados, pero advirtió que es a esa institución que corresponde perseguir los crímenes y delitos, por lo que no se sabe si esos locales ayudarían a frenar el rebrote de delincuencia.
Las fiscalías barriales no parecen crear empatía con la Policía en la ingente tarea de garantizar sosiego en las jurisdicciones donde operan, toda vez que sus funciones se limitan a dirigir allanamientos o recibir querellas penales que se extravían en laberintos burocráticos.
El flagelo de la criminalidad en sus facetas de asesinatos, homicidios, sicariato, narcotráfico, atracos, asaltos, robos agravados violaciones, resurgen en barrios populares y comunidades de provincia, con el agravante de que la intervención o presencia de Policía y Ministerio Público en esos agobiados asentamientos es menos que insignificante.