La sequía que azota el país, propia de esta época, ha alcanzado unos niveles dramáticos. Las principales presas, según las autoridades, han reducido su caudal en 85%.

Tratándose de un problema que se ha agravado con el paso del tiempo lo prudente es apelar a la comprensión.

Sin embargo, hay que insistir no solo en crear conciencia sobre el valor del agua, sino en contemplar sanciones ejemplares sobre el desperdicio del líquido.

El agua que recibe este país no es para padecer una crisis tan devastadora en la agricultura, el consumo de la población y en otras actividades.

La actual sequía ha sido particularmente grave, pues de acuerdo con las autoridades ha sido la peor que se ha experimentado desde 1997.

Para más inquietud los pronósticos indican, según las autoridades, que el calentamiento de las aguas del Pacífico que produce el fenómeno conocido como “El Niño” podría estar presente en los meses de verano.

Ante los estragos el Gobierno informó que toma medidas para minimizar los efectos en los hogares y en la producción agropecuaria.

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Pero es importante que las acciones incluyan una rigurosa vigilancia para evitar que el agua se desperdicie y corregir las fugas en las instalaciones.

No es ningún secreto que es mucho el líquido que se pierde por las acometidas irregulares y por las malas condiciones de las tuberías. Ante la realidad hay que economizar hasta una gota de agua.