QUINTAESENCIA Opinión

Así somos

Así somos

Rafael Ciprián

La afirmación que forma el título de esta entrega resulta del grito desesperado del buen amigo Juan TH, lanzado con su artículo “¿Qué pasa con el pueblo?” Él se cuestiona sobre las causas que determinan nuestro atraso, siendo nosotros campeones de grandes primicias en Latinoamérica.

Y concluye su trabajo con este cuestionamiento: “Sociológica y antropológicamente, ¿qué somos en verdad? ¿por qué seguimos actuando como rebaño camino al matadero del hambre y la miseria, por qué no nos emancipamos colectivamente y nos ponemos los pantalones largos del crecimiento y el desarrollo?”

Con este texto solo queremos poner ideas en circulación. Los dominicanos somos un pueblo valiente que ama la libertad. Hemos peleado contra los más grandes imperios, como el español, el francés, el inglés, el haitiano y el norteamericano. Unas veces ganamos y, otras, perdimos.

Somos un pueblo humanitario, solidario y pacífico. Huelgan los ejemplos.

Ahora bien, como pueblo, los dominicanos tenemos lastres, atavismos y falencias que nos yugulan, nos postran. Jamás nos dejarán levantar el vuelo colectivo (lo individual es otra cosa), como nación desarrollada, con crecimiento social y avances político-culturales que nos sitúen en el concierto de las naciones civilizadas del mundo.

Tenemos que superar esas rémoras. Son la falta de educación, de los diversos tipos de conciencia, como la política, la social, la nacional, la de clase, la de sujeto y la de pertenecer a una comunidad (Henri Meschonnic y Diógenes Céspedes).

Además, tenemos una clase social o alianza de clases y sectores sociales que son dominantes, no gobernantes (Juan Bosch). No saben ejercer el Poder, no respetan las formas ni su propio sistema de dominación. Son más apegados a los bienes que a su dignidad personal y nacional. Se conforman con dádivas y canongías de emporios extranjeros, en lugar de defender lo que le conviene a la comunidad.

Nos falta educación real, para pensar, no memorizar, e instituciones con sistemas de consecuencias reales.

También, la mayoría de nuestros intelectuales se desgastan en labores alimenticias. Tienen concepciones metafísicas, no dialéctica, y sirven sin criticidad a los sectores dominantes. No los impulsan hacia la categoría de gobernantes.

Por desgracia, la mayoría de nuestros luchadores sociales y políticos actúan más con emociones y resentimientos que con inteligencia. Su pobre formación teórica hace que sean rebeldes y que terminen combatiendo los males sociales, pero solo consiguen reforzarlos, hacerlos más firmes y fuertes, en lugar de transformarlos. No argumentan, recitan consignas y fórmulas vacías y anacrónicas. Nuestro peor mal, la causa de nuestro atraso no viene de afuera. Está adentro, en nuestra pobre formación y debilidad social.