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¡Ça va passer!

¡Ça va passer!

Ernesto Guerrero

Durante el temblor de tierra de la semana pasada, retornó a mi mente lo ocurrido durante el terremoto en Haití en 2010. Estaba en una reunión de trabajo junto a 20 personas incluyendo al primer ministro de Haití. Súbitamente empezó el temblor, acompañado de un ruido que parecía una locomotora; uno de los participantes repetía en alta voz ¡Ya va a pasar!  Yo estaba paralizado, hasta que vi abrirse una grieta en las paredes y alguien me gritó, presionándome a salir.

Ya en el patio, todos maniobraban los celulares para comunicarse. Mi preocupación inicial era saber que había pasado en dominicana, pero las líneas telefónicas rápidamente colapsaron; un segundo celular de una compañía barata, fue el instrumento para comunicar con la familia.

Al lugar empezaron a llegar grupos de personas de todas las edades “disfrazados” de polvo y sangre pidiendo auxilio. Algunas casas estaban con los techos en el piso, alguien informó dado que las calles estaban intransitables debíamos regresar a pie a nuestros hogares.

Esa caminata de tres horas era como estar como descendiendo a uno de los niveles del infierno descrito por Dantes; Gente que corría desesperada de un lado a otro, edificios y casas destruidas, heridos y cadáveres en las aceras, pero de todo, lo que más queda en mi recuerdo eran los cantos, en medio de ese caos la gente cantaba al unísono, (cantos religiosos) mi compañera de trabajo, intentó tomar algunas fotos, pero una joven mujer haitiana, la increpó violentamente a que dejara eso.

Durante ese trayecto me encontré con unas 10 mujeres dominicanas y un travestido con un afro color rojo, sentadas en la acera, lamentándose frente al destruido burdel.

Presagiando el peligro y la desventura en que estaban les pedí que fueran nueva vez a la embajada dominicana, que dijeran a los guardias que les permitiera hablar con el embajador y que usaran mi nombre como garantía.  

Al llegar a mi domicilio mi satisfacción fue que estaba en pie, pero esa noche al igual que las próximas dos semanas  estuvimos durmiente a la intemperie. Las réplicas, los cantos y las quejas del desfile de heridos, era una invitación al insomnio.

No por algo, cuando sentí el temblor del miércoles, recordé “Ça va passer”: salí corriendo a la calle, sin importarme que estaba en paños menores.