Opinión convergencia

Carta a Franklin Mieses

Carta a Franklin Mieses

Efraim Castillo

(A Franklin (RIP) y Armando Mieses Pelegrín, sus hijos, mis queridos amigos de la calle Espaillat)
Ahora, frente al espejo que refleja mi apariencia de la realidad, descubro que he adoptado rituales y olvidado esencias y por eso, Franklin Mieses Burgos, estoy como tu poema «Sin mundo ya y herido por el cielo», que publicaste en el primer número de «La poesía sorprendida», en 1943, apegado a las «orillas del llanto donde caen las estrellas».

Desmontaste, entonces, la concepción de lo universal para categorizarla y alimentaste con intensidad las causas del proyecto de los postumistas, implicando una maravillosa vinculación con sus virtudes, en donde ampliaste su parentesco con las voces que protestaron la grosera ocupación yanqui de 1916.

Aunque volviste a la magia de los tropos, anexando a nuestra poesía una lengua sensual y provocativa, agitaste siempre —como módulo irredento— tu agradecimiento a aquel grito de «Cuna de América», cuando Moreno, Avelino y Zorrilla desgranaron las raíces profundas del alma nacional y volcaron en la totalidad de nuestra historia el mulataje, los estupores y las migajas de esta patria asaltada.

Caminaste, Franklin, hacia el lado mágico de la lengua como presencia y pasión, como reconstrucción y deconstrucción de los significados absolutos y tu poesía erizó la piel de obreros, intelectuales, empresarios y artistas, rebotando desde la piel de acero de Trujillo y sus compinches, hasta aprisionar los sentidos del temblor.

Por eso, Franklin, «Sin mundo ya y herido por el Cielo» me invoca y referencia ese universo que se me escapó en abril de 1965, cuando junto al grito inmortal de los constitucionalistas, mis ansias reprimidas cobraron vida.

¿Por qué, Franklin, desestructuraste el título a tan sólo un año de haber publicado «Presagio», uno de los cuerpos de «Sin mundo ya y herido por el cielo», nombre que respondió —en la publicación de 1943— a «Yo estoy muerto con ella»? ¿Qué pasó, Franklin? Al parecer, tus 36 años de vida te hicieron comprender que el marco de la dictadura no referenciaba un rumbo, sino un mundo objetivo existente fuera de él, e intuiste, a través de un proceso que albergó un conjunto de abstracciones, a que dicho mundo referenciaba la evocación que te impulsó a enunciar «su muerte con ella / a la orilla del llanto sereno de la noche; / a la orilla del llanto donde caen las estrellas».

Este reflejo de la naturaleza, Franklin Mieses Burgos, como un sello estampado más allá de una posible explicación metalingüística, pudo posibilitar en ti esa referencialidad que estudiaste a través de un filtro de días y noches de lecturas para balancear el cambio del título, vinculando el corpus del poema a lo amoroso-sentimental, para abrigar tu propósito final de denunciar la realidad cruel e inhumana de la dictadura. ¿Me equivoco, Franklin? ¡Dímelo, amigo mío! ¡Te lo pido por tus hijos Franklin y Armando, ahora que pienso en ese 1976 en que te escapaste de la vida terrenal y entraste al sendero infinito de la luz.