El presidente Luis Abinader, en su discurso del miércoles, procuró inyectar optimismo a la población en torno al futuro inmediato de la economía, además de recabar el compromiso ciudadano de coadyuvar con los esfuerzos oficiales por contener la covid-19.
La disertación presidencial parece diseñada para una colectividad que muestra hastío por el constreñimiento a la movilidad ciudadana que, con mayor o menor crudeza, lleva ya un año y cuatro meses. De ahí su expresión de “odioso toque de queda” del que “estamos ya todos cansados”.
El Presidente ha tenido que lidiar con cúmulo de presiones de una comunidad médica que advierte que disminuir el toque de queda provocaría nuevos rebrotes pandémicos, así como sectores empresariales que sostienen que la reducción del horario de servicio los lleva a la quiebra, y de la ciudadanía que anhela retorno a la normalidad.
Las estadísticas sobre contagios diarios de coronavirus en proporción a las pruebas PCR realizadas (positividad) y de muertes por cada cien infectados (letalidad) se mantienen entre estables o estáticas, lo mismo que los internamientos, cuidados intensivos y empleo de ventiladores, por lo que todavía no es posible afirmar que la pandemia esta en vía de ser contenida.
A eso se debe el anuncio presidencial de que la desescalada sanitaria se produciría en un periodo de al menos tres semanas, con una primera fase en la cual el toque de queda será desde las 10:00 de la noche hasta las 5:00 de la mañana y a partir de las 7:00 de la noche el sábado y el domingo.
Los mayores esfuerzos en ese discurso estuvieron dirigidos a elevar la moral de la población y de los sectores productivos en torno a que la pandemia será contenida y que la economía recuperará su dinamismo, para lo cual el mandatario exhortó a acelerar el proceso de vacunación.
La meta de lograr un millón de empleos en los próximos años anunciada por el presidente Abinader, estaría íntimamente vinculada con su vehemente exhortación para que la población se vacune y cumpla con el protocolo de prevención pandémica sin lo cual ese propósito no se lograría.
Puede decirse que el jefe del Estado habló a la nación con las cartas sobre la mesa, y que colocó sobre los hombros de la sociedad el compromiso de que esa desescalada no constituye un fracaso y un abrupto retroceso en el programa de contención pandémica ni en los esfuerzos por recuperar la economía. Es esa una responsabilidad compartida entre Gobierno y población.