Opinión

Contexto difícil

Contexto difícil

Pedro Pablo Yermenos Forastieri

Como todos, nació sin manual de aprendizaje de las reglas para lidiar con el contexto que le correspondería. Esa igualdad con los demás no autoriza a eludir intentar comprender la dureza de las características de las circunstancias que diseñaron, desde su infancia, el curso de sus años.

Difícil encontrar familias de mayor nivel de rigidez que aquella de la cual provenía su papá quien, sin una mínima responsabilidad suya, tendría un impacto contundente en su vida. Como era previsible, idénticos patrones a los inculcados a su progenitor, aplicó en su formación. Así surgió la irresistible presión que permanentemente recibía. No es fácil enfrentar la ausencia absoluta de flexibilidad.

Al iniciar su adolescencia, se produjo el divorcio de sus padres. Con él, aparecieron los síntomas de la insospechada condición de salud mental del papá, con el agravante de que se resistía por todos los medios, primero a visitar un profesional y, segundo, cuando pudo lograrse, a ingerir los medicamentos prescritos. “El enfermo no soy yo, son ustedes”, proclamaba, típica manifestación de pacientes con su diagnóstico.

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Ella y su hermano quedaron con la madre. Él, solo, y empezó a desarrollar una relación de dependencia con su hija, que incrementaba muchísimo el estrés sobre ella, al asumir una serie de compromisos materiales y emocionales, impropios de la etapa vivencial que agotaba.

Así empezaron los declives de todas sus actividades. Los estudios iban mal; los trabajos que iniciaba terminaban pronto. Su estabilidad, en todos los órdenes, se deterioraba día a día.

Como si algo faltara, quedó embarazada de un personajito del que jamás supo desde que conoció la noticia. Su mundo parecía desplomarse. Sus problemas se multiplicaron, y por donde quiera que clamara comprensión en su cercanía, lo único que encontraría era reproche, censura y abandono.

Tuvo que nacer su hijo para que, con su simpatía, precocidad e inteligencia, empezara a limar las asperezas de tantos corazones encallecidos. Claro, la indulgencia apenas le alcanzaba por carambola. No era ella el motivo de la nueva actitud. Jamás se sintió cómoda en un escenario que, de mil maneras, la rechazaba. Precisamente del que esperaba refugio.

Fue delineando en silencio su estrategia de escape. Se dotó de las herramientas que la harían posible. Cuando lo logró, sin comunicarlo, en soledad, agarró su muchachito, se dirigieron al aeropuerto y tomaron el avión que los condujo al territorio que marcó distancia definitiva, física y emocional, de aquel entorno hostil.