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Efraim Castillo

Solazo

En la literatura del país hay un poemario, Solazo (Editorial El Diario, Santiago, 1939), del escritor mocano Octavio Guzmán Carretero (1915-1948), que no obstante ser publicado sin una edición rigurosa, acoge un poema, El Remington, que me llamó la atención por ser este fusil uno de los protagonistas en las sublevaciones armadas que sacudieron el planeta a finales del Siglo XIX. Guzmán Carretero, provocativamente, comienza el poema con estos versos: “Dolor, dolor, dolor de carne / de pensamiento y de tierra”. Todo un atrevimiento, si observamos que al salir la primera edición del poemario, la dictadura trujillista contaba con nueve años de haber sido inaugurada y aún latían en el ambiente político nacional los recuerdos de las llamadas montoneras, donde fusiles como el Remington dejaron profundas huellas de dolor y miedo.

Tres años antes de la edición de Solazo, Bosch había publicado La Mañosa (1936), una novela que describía la violencia de las montoneras y los liderazgos cambiantes, a través de los ojos de un niño de seis años. Por esto, habría que plantearse una pregunta: ¿qué inspiró a Guzmán Carretero a tejer un poema en el que la reproducción del pasado (como materia) vulneraba su presente? No sería osado, entonces, incrustar entre la posible evocación del poeta la presencia del fusil Remington en nuestro pasado violento, un fusil al que Leonard Geiger y Joseph Kider instrumentaron un sistema de culata de bloque giratorio para los calibres del 22 al 58 y se hizo célebre entre el 1867 y 1890.

Se podría argumentar, entonces, que Guzmán Carretero pudo referirse al revólver Remington; pero no, éste fue desplazado por otros revólveres de mejor tecnología como el Colt 45 y, además, porque el propio poeta explica que se trataba del fusil y lo define así en los versos 54, 55, 56, 57 y 58: “Sí, el viejo signo de Patria, / cuando partiste íntimo, dominicano y torvo / sobre la anatomía de aquellos hombre mórbidos / de aquellos hombros fuertes / a golpes de solazos”.

La simbiosis entre el Remington, la evocación del poeta y quien lo porta se encuentra en el adjetivo torvo  y la preposición sobre, de los versos 55 y 56; porque a menos que el revólver no se encuentre desenfundado —y es difícil que un soldado o guerrillero lleve el revólver en la mano al emprender la marcha—, no podría metaforizarse como airado o irritado, o enraizarse a una metonimia como búsqueda de un metalenguaje, de una imagen del propio instrumento para identificar la anatomía y temperamento de quien lo lleve.

 El revólver se porta en, no sobre, y Guzmán Carretero, al llamar al Remington por su nombre, también identifica otro fusil, al Máuser, en los versos 47, 48 y 49: “Un hombre: un Máuser al viento / a la promesa y al grito / jamás lavó su amasijo”. O sea, el Remington tiende una vinculación de violencia entre el pasado del poeta (que no conoció) y un presente que le hería.

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