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Corrupción y democracia

Corrupción y  democracia

Juan Taveras Hernández

Por: Juan Taveras Hernández juanth26@hotmail.com

La democracia tiene, como todas las cosas, su lado positivo y su lado negativo; como las monedas, tienen dos caras. Nada es tan, tan malo que no tenga su lado positivo. Pero hay “democracia” y democracia. La dominicana es una caricatura deformada que le otorga derechos a quienes no deben tenerlos, como los corruptos, que en vez de estar presos o muertos, como sucede en muchos países, gozan de vida, salud y libertad para disfrutar de lo que se robaron aún estando en procesos judiciales interminables.

Es difícil que un caso de corrupción adquiera el carácter de la cosa irrevocablemente juzgada. Los procesos duran años y años. Van de una corte a otra hasta llegar a la Suprema Corte de Justicia. En este país condenar a un maldito corrupto es más difícil que ir a la Luna.

La justicia dominicana es como un rey cuando se trata de los pobres que resultan condenados en un “santiamén”, mientras a los políticos acusados de corrupción el llamado “debido proceso” es más lento que un “suero de miel de abeja”. Se prolongan durante años. (Recientemente nos enteramos que un pobre diablo se mantuvo doce años en la cárcel sin acusación, sin expediente ni sentencia de un juez) El infeliz que se roba un pollo o “una mano de plátanos” va a la cárcel sin remedio.

La mujer de servicio que se lleva de la casa donde trabaja una libra de arroz, un muslo de pollo y un cartón de leche o de huevos es humillada y apresada sin mediar palabras. Sin embargo, el que se roba cientos, incluso miles de millones de pesos es tratado como un “señor” o un “don”, merecedor de un trato distinguido y privilegiado. Nadie le dirá ladrón ni asesino aunque lo sea, pues tiene periodistas, abogados, fiscales y jueces para defenderlo y protegerlo.

En 1959, cuando Lee Kuan Yew se convirtió en primer ministro después de encabezar una lucha por la independencia de la isla, tenía 35 años de edad y Singapur, de apenas 700 kilómetros cuadrados y menos de 5 millones de habitantes, era un estercolero sacudido frecuentemente por los escándalos de corrupción, secuestros, narcotráfico, violaciones de mujeres y niños, con altísimos niveles de pobreza, analfabetismo, insalubridad y violencia. Junto al pueblo, Lee decidió reconstruir el pequeño país asiático. Emprendió manos a la obra. Ordenó el fusilamiento de todos los condenados por corrupción y otros delitos y crímenes graves.

 Limpió las cárceles y el país de escorias. Estableció tolerancia cero contra la corrupción, el narcotráfico, etc., etc., etc. Singapur tiene hoy el segundo puerto más importante del mundo, tiene uno de los mejores sistemas de educación, de salud, transporte, y seguridad ciudadana, del mundo.

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