Las embestidas contra el medio ambiente en República Dominicana se presentan cada día con tanta intensidad que no podemos premonizar para el futuro, el futuro es ahora como afirmara Gandhi.
Hay nubes aún más oscuras en el horizonte si la autoridad que debe organizar la resistencia, esa suerte de muro de contención se nos presenta con más floreos retóricos que acciones aceleradas dirigidas a proteger los recursos naturales, es decir, el gran esfuerzo en aras de la conservación, pero el comercio sin control de los recursos muestra un inquietante presente y un futuro poco esperanzador.
El nuevo ministro ha traído pocas cosas, su agenda está inmóvil, como en horas paralíticas, y el medio ambiente no puede estar peor.
Necesita de una sacudida, de ruptura histórica como sucedió en los gobiernos de Joaquín Balaguer con sus leyes forestales y/o medioambientales de cuya drasticidad y efectividad contra la política de pillaje de los bosques nacionales nadie osa negar.
Estamos hoy en estado calamitoso, en presencia de veinte (20) áreas protegidas ocupadas por productores agropecuarios y forestales; faltan límites y demarcaciones de estas áreas, es decir, su sostenibilidad está en el suelo; no hay ordenamiento territorial; la deforestación avanza indetenible principalmente en bosques secos utilizados para carbón y explotación de Guaconejo en la zona fronteriza; la reforestación de cuencas, márgenes de ríos y áreas degradadas; la extracción de materiales para la construcción en ríos y montañas y los permisos ambientales para su explotación por sus fueros; pero más: las descargas de residuos tóxicos, las emanaciones de gases peligrosos para la salud y otros elementos dañinos como las emanaciones de carbono e incluso la reducción de sus huellas; la fauna y muchas especies en extinción; y todavía más: daños al litoral marino, la introducción de especies exóticas sin el más mínimo control, y hasta el ruido en las ciudades.
En fin, el trabajo es duro, pero es realizable. Están las leyes, falta el ejemplo.