Las tradiciones son cada quien, respecto a su punto de vista de ellas, tanto pasado como presente de la vida de un hombre, que es la sociedad, su manera en todas sus creencias, ideologías…
El hombre, per se, es la sociedad más todos sus rituales que buscan extraerlo de la cotidianidad absorbente: paradoja de estar vivo y darse cuenta.
Estar en “contra” de una tradición no va más allá de una opinión, una actitud personal, sea individual o emane de un poder representativo.
Diré algo personal. Mi madre, para la fecha que encabeza ese día, yo ya era un hombre con pelo en el pecho y… al ver ella que desde un tiempo, sin yo proponérmelo, pasaba por alto su “día”, me comparaba con el niño dejado atrás sin algarabía festiva, diciendo que yo había crecido para ser menos detallista, y no era que ella estaba pendiente de su “día” con una obsesión enfermiza para que sus hijos les demostraran su cariño con un cariñito, pero quien esto evoca era muy solícito con los platos, los vasos, las tazas… envueltos en papel de celofán ese día, buscando los chelitos hasta debajo de las piedras y parece que ella extrañaba eso que hacía una parte de mi adolescencia.
A años de su huida a otro plano, cada Día de Madre me viene rápido a la memoria, cada día más deteriorada, su rostro envuelto en su seriedad habitual y me engranojo y al sacudirme me río, porque no tengo de otra para ver como ese día ha cambiado tanto, cosa de la que me alegro.
Los regalos del presente son más sustanciosos e inclusive los hijos les llegan a preguntar a las madres, que qué desean para ese fin de mayo con polvo de Sahara, calor sofocante bajo la nostalgia coja, añorando los mayos de años, años atrás… donde para esos días llovía a cántaros y con cántaros en las casas para agarrar las goteras… en cualquier tipo de embace, todas juntas y tirarla por la ventana o la puerta.
Ahora busco retener esos recuerdos conmigo para con sus “reclamos”, que no eran reclamos algunos… traerle el regalo de su sueño, pensando yo a lo loco, que mi madre no tuvo tiempo para soñar como la mayoría de las madres que recibían vasos, platos, tazas… (no recuerdo más nada que todo muchacho de un barrio podía regalar).
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Aquellas madres sólo tenían tiempo para ser madre y ser madre en esos tiempos era demasiado problemático (aunque el termino signifique cualquier cosa furtiva); es decir, la vida cotidiana de una madre de esos días no bastaba para homenajearla del Día de la Madre; pero vamos a decir que sí, puesto con ello derrotamos la nostalgia de una queja por amor y de cambiar o crecer para ser, a veces, servir menos o ser menos atento que antaño con Anamantina de los Santos, mi madre.
El autor es escritor
Por: Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com