La importancia que se dispensa al Día del Padre, que se festeja hoy, parece definida por la burlesca versión de que los regalos más requeridos en las plazas comerciales han sido pañuelos y calcetines, pero en honor a la verdad la figura del progenitor alcanza un sitial de honor en el seno de la familia dominicana.

Se reconoce el rol del padre durante el aciago periodo de la pandemia cuando la economía colapsó con la suspensión de más del 80% de todos los empleos formales y gran parte de los informales, además de que el núcleo familiar fue compelido a recluirse en el hogar la mayor parte del día laborable.

En esos difíciles momentos, el buen papá acompañó a esposa e hijos en los esfuerzos por mantener a flote a la familia que tuvo que confrontar las nuevas experiencias de la escolaridad a distancia y del teletrabajo, además de tutelar la prevención y protección contra la covid-19.

Otras afectaciones de la pandemia sobre la familia han sido las dificultades para afrontar los créditos bancarios, para mantener a flote emprendimientos empresariales y para afrontar la creciente inflación, ante todas las cuales, papá y mamá hacen las veces de escudo y espada.

La figura del padre no es dable solo por la procreación, sino también por formar a sus hijos en valores, proveerles junto a la madre de techo, alimento, vestido, salud, educación y recreación y de mucho amor, comprensión y rectitud.

Dichoso el vástago que con denodado orgullo exhibe y proclama la heredad del progenitor en términos éticos, morales, de humildad, solidaridad y responsabilidad, sagrada misión que la divinidad asigna al buen hombre, que es también buen hijo, buen esposo y buen ciudadano.

La nación rinde tributo hoy a todos esos buenos hijos que durante la pandemia se han convertido en gladiadores que defienden y protegen a sus familias, lo que ha permitido relanzar la economía y contener el coronavirus, porque cuando se resguarda el núcleo familiar también se preserva la sanidad de la Patria.