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El Tío y su sambenito

El Tío y su sambenito

Luis Pérez Casanova

El genocidio de Rusia en Ucrania ha puesto de manifiesto la pésima imagen de Estados Unidos ante la opinión pública internacional. Se le culpa más por un conflicto con raíces y objetivos muy definidos, en el que su intervención ha sido para defender la soberanía y autodeterminación de una nación, que al dictador Vladimir Putin como verdadero responsable de una agresión injusta. Esa reacción es otro elemento que los norteamericanos tienen que tomar en cuenta en su intercambio con el mundo.

Washington no ha tenido el mejor de los pasados. Se ha metido donde no tenía que meterse, invadido países para tronchar movimientos democráticos y patrocinado golpes de Estado para instalar a dictadores.

Pero de todas las intervenciones militares de Estados Unidos solo se enumeran los aspectos negativos, obviando los lados luminosos. Gracias a su presencia el planeta no cayó en las garras del fascismo durante la Segunda Mundial y Europa pudo recuperarse.

Pero el sambenito del Tío Sam no solo ha sido una mancha, sino un pretexto para dictadores fracasados justificar su ineptitud y la de sus modelos políticos. Cuba ha encontrado en el bloqueo de Estados Unidos la causa de su histórico estancamiento económico, y gobernantes como los de Venezuela y Nicaragua enarbolan el antiimperialismo como el gran obstáculo para legitimar su hegemonía.

El Estados Unidos de hoy no es el mismo de las intervenciones militares ni el de la guerra fría. El Estados Unidos de hoy es el de la tecnología que ha comunicado e impulsado el desarrollo del planeta.

Es el de Bill Gates, Jeff Bezos, Steve Jobs (EPD), Mark Zuckerberg, Elon Musk y una camada de innovadores que no necesitan ni han necesitado deponer gobiernos ni explotar recursos naturales de ningún país para impulsar sus ambiciosos proyectos.

Pero resulta que del problema internacional que no se culpa a Estados Unidos de haberlo provocado, entonces se le culpa por no resolverlo.

Palo si boga y palo si no boga. El caso es que a Washington, por las razones que sean, se le culpa de todo lo malo, pero jamás se le reconoce lo bueno. Se le condena por un pasado que cada día queda más atrás.

No solo se le censura, sino que se llega al colmo de ponderar a China y Rusia como potencias llamadas a desplazarlo de su pedestal. No deja de extrañar que por aquí, que es mucho decir, fanáticos u otro cosa condenen la adhesión del país al bloque que ha enfrentado el genocidio ruso.

No por casualidad los países con más elevados niveles de vida comparten el mismo modelo político y económico de esa nación tan mal vista. Pasa lo mismo que con el sol, que en lugar de ver la luz, muchos hurgan en las manchas. Pero ese es un problema de Estados Unido