En esta nueva euforia de colores avistados en el cuerpo y solo en momentos de gozos y lujurias, has vuelto a oír, en lo que se deja ver, al ruiseñor muerto aquel mediodía estando ante el paisaje, resucitado cual Lázaro de un solo canto.
Lo hermoso sucede y ya. Es la vida del que se la pasa de pie y le dicen que pase y se sienta.
Cuando oigo de lejos al viento, pienso: y cuando no lo sienta, ¿qué haré con el recuerdo que quiero que sea suyo?
Anoche escribió una canción sobre el amor de un hombre y una mujer. En la mañana, al ponerle música, había desaparecido, ¿volvería al lugar donde ese hombre y esa mujer se soñaron amar?
El canto del gallo que te despierta hace que niegues tres veces aquella mujer que se negó a dormir del lado que da a la pared, sino del lado donde podía sentirla si ella lo deseaba.
Se ha pasado la vida tratando de sentir la noche como a la primera noche creada que luego conoció lloviznando y a la mañana siguiente un arco iris.
La felicidad le duro de mayo a julio, quién iba a pensar, incluyendo la primera caída, no así la segunda, que quien más tarda en reconocer que nada fue como sucedió, fue el despertar al otro lado del río.
Lo que quiere ese rostro que hasta ayer supo que tú existías, es la muerte del paisaje que deja en ti la memoria, si nos recuerda quien fuiste.
La angustia que te inventa a diario fue el paso decisivo para reinventar al porvenir de prever morir un poco cada día, como al efecto sucede.
Así como no esperas nada de nadie, tu sombra hace lo mismo no bien se expone a la luz.
¿A dónde va a parar el odio que no aprende a desenvolverse en la luz?
¿La lluvia de hoy es la de mañana? ¿Soy el que se murió ayer? ¿Qué busca el hoy que no quiso ser ayer?
Aunque sea para pensar ha servido caminar más rápido y estar atento al paisaje que se ha convertido en necesario, y da sosiego porque no habla.
Parte de ti mismo miente donde el otro habla la verdad que tu corazón consiente. Parte de ti niegas al rostro de ti mismo que se hace el sordo, que habla de lo que otro, aun sea tú mismo, quiere escuchar.
Si fuiste ya no eres. Quien será tal vez alcance a verlo, ¿puedes con el presente, a pesar de que creas que es otro, no bien dices que ya tienes lo que quieres sin sentir al viento?
Lo que nos hace a todos iguales ante la noche, es que ella no sabe de qué color es la piel que socorre al hombre que ama y no es correspondido.
De regreso de un largo viaje y tendido boca arriba, mirando las nubes, amaneciendo, anocheciendo, de dónde vienes y adónde vas solo lo sabe dónde te abandonan en vez de ser despertado.
De lo que regresaba, con cualquier nombre, podía nómbresele, hasta que no llegó ella. En el fondo del agua el apellido es Heráclito.
Por: Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com
El autor es escritor.