La Dirección de Migración ha dado cuenta de la repatriación de miles de haitianos indocumentados, con lo que trata de demostrar su determinación y eficiencia en la regularización de extranjeros en el territorio.
A pesar del alto costo para las finanzas, esa cruzada el organismo la ha defendido frente a presiones de países tan poderosos como Estados Unidos y organismos internacionales que han planteado más flexibilización en las deportaciones.
El gran obstáculo con las repatriaciones de indocumentados no ha sido el injerencismo ni las protestas por supuestas violaciones de los derechos humanos.
Sin ser irrelevantes las presiones pueden verse como globo de ensayo. El gran problema, como se acaba de verificar por enésima ocasión, es el reingreso o la entrada por distintos medios al territorio y de manera subrepticia de nacionales haitianos.
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Hace apenas unos días la Policía dijo que detuvo a una pareja que transportaba en una yipeta a 16 haitianos sin papeles, entre los cuales había tres menores de edad.
No se puede avanzar juicio al respecto, pero no es ningún secreto que el trasiego de indocumentados por la zona fronteriza es una operación que no ha cesado. Las pruebas hablan por sí solas.
No todos los haitianos emigran a esta parte de la isla para trabajar en la construcción y en la agricultura. Por la profunda crisis económica y la inseguridad en su país cientos lo hacen para subsistir y otros para desde aquí buscar la manera de emigrar a Puerto Rico en las trágicas yolas que surcan el Canal de la Mona.
Pero el caso es que hasta que no se selle por completo la zona fronteriza no se detendrá el ingreso de haitianos indocumentados.
La guardia fronteriza, que se compone de miles de soldados, tiene que reforzar los controles para evitar trasiegos que debilitan la cruzada de la Dirección de Migración en las repatriaciones de indocumentados. No solo abundan las denuncias sobre la vulnerabilidad de la línea separatoria, sino contundentes ejemplos.