En la sociedad dominicana quienes no tienen cabeza viven de los que la tienen y por qué no, también lo contrario, en el orden de la familia, la política y las religiones
La cabeza alberga, de los tantos órganos que componen el cuerpo, que a veces se piensa (con la cabeza), que es el más “noble”, que está en el lugar asignado por la evolución o creación, que todavía está ahí, encabezando y dirigiendo la marcha triunfal del cuerpo social y psíquico concupiscente.
Tal vez los demás no se han dado cuenta, incluyéndome, que sigue dirigiendo, por ejemplo, a los que hacen alarde o no de que tienen cabeza a destajo.
Lo anterior podría trasladarse a la sociedad dominicana, parcial o general, poco importa; una sociedad en la que, quienes no tienen cabeza viven de los que tienen cabeza, y por qué no, también lo contrario, en el orden de la familia, la política, las religiones.
Líderes que tienen cabeza dirigiendo a los que se sienten complacidos de no tenerlas. Destacando por la mitad que aquellos que hacen alarde de tener cabeza han descabezado a esta sociedad y los que no tienen cabeza se sienten orgullosos de haberla perdido por tan dignos dirigentes.
Los sin cabeza, como los que la tienen, han hecho tanto para que esta sociedad no tenga cabeza y los sin cabeza al igual que los que la tienen, se siguen comportando como si a ellos hay que rendirles pleitesía por haber ayudado (todos felices con caras de felicidad conseguida a empujones) a no tener ninguna, sin mea culpa, y ahí es que demuestran no tenerla para lo que dicen que la tienen.
Hace tanto tiempo que la sociedad dominicana no tiene cabeza, que nos hemos convertido en jinetes sin cabezas, como muchos que viven haciendo alarde que sus cabezas son las (porque ellos lo decretaron así y los sin cabezas lo acataron con la felicidad de la fe y la esperanza enferma) destinadas a dirigir esta media isla y casi estamos a un tris de ser adsorbidos por la sociedad de los vecinos, pues los con “cabeza” de por aquí cacarean más la situación de allá que la de aquí, en cualquier orden. Da qué pensar si se tuviera cabeza, ¿pero con qué cabeza?.
¿Cuándo la sociedad dominicana perdió la cabeza, si es que alguna vez en nuestras sucesivas Repúblicas la hemos tenido? Digamos, quizás unos pocos que, al no darse cuenta de que no tenían la suya, descubrieron, ¡oh pompas de jabón! a Diógenes buscando la suya.
La cruzada para aprender a tener cabeza, aún no se tenga, es una demanda que no puede esperar, que lo entiendan los que tienen más cabeza de la cuenta, es la paradoja al cuadrado.
Los que dicen tener cabeza parlotean buscando la compasión de esa mayoría descabezada que habla con tanto orgullo sobre lo que dicen representar. La pregunta, si se pudiera plantear sin cabeza, sería: ¿y cómo se ha podido sobrevivir sin cabeza? Cosa de la divina providencia que siempre acompaña al desesperado y no desesperado: entre cabezas de alfileres te veas.
¿Volver a evolucionar para que la cabeza no esté encabezando al cuerpo sino a los pies? El futuro está ahí para ponderarlo a favor, no en contra, y lo malo es que no lo podemos someter al escrutinio popular de los sin cabeza, sino al de quien dice tener cabeza para verlo desenvolverse como Mesías descalzo de espíritu o el que está al “creer en el que tiene cabeza.”
Por: Amable Mejía
amablemejía1@hotmail.com
El autor es escritor.