Tiempos atrás la Cámara de Cuentas no hacía auditorías a las instituciones estatales. Si las realizaba no las publicaba y cuando, excepcionalmente, salía a luz alguna investigación en torno al desenvolvimiento de un órgano estatal los resultados eran maquillados. El doctor Hugo Álvarez Pérez, expresidente de esa entidad, admitió que había un departamento que alteraba datos de forma favorable a los incumbentes.
Aunque la Cámara de Cuentas es un órgano colegiado, al presidente se le percibe como el principal responsable. Álvarez Pérez nunca debió de despacharse con un pretexto similar, porque su deber era impedir irregularidades, que todo sea correcto y cumplir con su misión. Es una confesión que solo puede igualarse, en término de irresponsabilidad, a aquella pronunciada por Joaquín Balaguer en los doce años: “La corrupción se detiene en la puerta de mi despacho.”
Satisface que en la actualidad la Cámara de Cuentas realiza y publica auditorías en tiempo récord, facilitando el trabajo de persecución de la corrupción pública de la Procuraduría General de la República.
Los dominicanos que abogamos por el fortalecimiento de las instituciones tenemos que sentirnos satisfechos con la labor de la Cámara de Cuentas y de la procuraduría, aunque muchos esperamos que la persecución contra la corrupción no se limite a personas del expresidente Danilo Medina, a Luis Dicent y a Leonardo Faña, objeto, este último, de una infamia y separado de su cargo.
Hay que admitir que el Tribunal Constitucional viene cumpliendo con sus atribuciones y que contamos con órganos electorales constituidos por profesionales adornados de cierta ética. Además, desde la Suprema Corte de Justicia, se hace un esfuerzo por mejorar y estar en sintonía con la procuraduría.
“El más terrible de todos los sentimientos es el de tener la esperanza muerta”, dijo Federico García Lorca. Y muchos dominicanos perdían la esperanza y percibían de normal los actos de corrupción pública y el uso abusivo del poder. Hubo gente que pensó que el país era una parcela de su propiedad.
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