Opinión Articulistas

Hijos

Hijos

Eduardo Álvarez

Te falta precisar la intensidad de los besos y abrazos que recibes o les das. No sabes cuál te llega más profundo. Lo que sí puedes sentir plenamente es cómo se ensancha tu alma con una dicha desbordante. El amor en grado sumo germinando la semilla, plantando el árbol de la vida. Esto nos hace parte de un ciclo vital sobre el que se levanta la sociedad.

Tenerlos cerca te calma con una tranquilidad superada apenas por la confianza de tener todo a tu favor, incluso en medio de las adversidades. Por eso procuras siempre estar a su lado. Es como estar contigo mismo, sin que esto sea una manifestación de egoísmo. Se trata más bien de consagrarte y expresarte en ellos. El hijo es al padre lo que el sol es a la tierra. No hay frutos sin la presencia y regular relación armoniosa de ambos.

Entonces, el premio de tenerlos es inmenso. Todo cuanto nos revela su gracia y alegría nos devuelve la vida. Nos recuerda cuán útil y necesaria es nuestra existencia. Fieles espejos en los que nos vemos para celebrar la alegría y enmendar faltas.

Sus regalos son siempre valiosos. Y lo son por el solo hecho de venir sus manos benditas, las mismas en la que nos proyectamos y tejemos nuestros sueños e ilusiones, día a día. En prospectiva siguen nuestros pasos, propiciando y construyendo nuevos senderos. Creando rutas en las que inevitablemente somos, cuando no auspiciadores, sí efectivos impulsores e, incluso, expertos compañeros de viaje en el largo recorrido que ellos emprenden, listos, dispuestos y decididos.

En este punto debemos sentirnos felices del deber cumplido. Y preparados para entregarles la antorcha.