El pasado 20 de enero, se apoltronó en el Despacho Oval de la presidencia de los Estados Unidos, lo vesánico, el odio, el rencor, el racismo, y, hasta lo delictuoso. Si no una copia exacta, en potencia, hay un nuevo Hitler en América.
Son varios los puntos afines entre Donald Trump y el desaparecido dictador y genocida alemán, Adolfo Hitler. Esto no es un tremendismo, y el que no lo entienda así es un fanático con ceguera neofascista.
La diferencia entre uno y otro es que, por lo menos, en su época, Hitler guardó prisión. Trump, aun condenado, no tuvo el encierro que merecía luego de protagonizar el acto terrorista del asalto al Capitolio el seis de enero del 2021, y otros detlitos.
Pero hay que agregar que así como Hitler mató seis millones de judíos, gitanos, polacos, discapacitados y otros, el actual mandatario estadounidense tal vez hubiese hecho lo mismo con los migrantes indocumentados que, para él, son los judíos de estos tiempos.
Por lo pronto, amenaza con deportaciones masivas a los que no tienen papeles en orden que, según datos arrojados por el Institute on Taxación and Economic Policy, el fisco estadounidense dejará de adquirir a nivel federal y estatal, unos “96.700 millones de dólares”. Es decir, con la pérdida del 5% de la fuerza laboral.
Con su trabajo, el estimado de poco más o menos 11 millones de indocumentados, de alguna forma, fortalece la economía estadounidense y nos libran de diversas carencias elementales.
Con estas deportaciones se detendrán las labores en la agricultura y en otros rubros alimentarios, y contrario a los que muchos creen, con esa acción, habrá más carestía y escasez en Estados Unidos. Esto, aparte de que las remesas a los países de la región disminuirán considerablemente.
No es de dudar que con el ascenso de Trump al poder, se multiplique el número de multimillonarios, acentuando la desigualdad con respecto a los pobres.
