Entre los infundios o denuestos vertidos contra República Dominicana en su abordaje a la inmigración ilegal haitiana, el de racista, planteado reiteradamente por Amnistía Internacional (AI), es uno de los más más infames, porque plantea un escenario como si aquí se ejerciera una especie de supremacía blanca contra los negros.
Como lo ha señalado el presidente Luis Abinader, la acusación de AI es absurda, partiendo de que la población dominicana en su inmensa mayoría es de raza mixta, pero también porque la política migratoria impacta sobre una población de indocumentados haitianos que representan el mayor flujo migratorio ilegal.
Las repatriaciones de haitianos en condición migratoria irregular no se ejecutan por su condición de negros o de anglosajones, si lo fueran, sino porque violan la Ley de Migración, que debe ser aplicada sin tomar en cuenta el color de la piel de las personas que resulten afectadas.
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Amnistía Internacional, al reiterar su afrenta sobre políticas racistas en el país, ha instado al Gobierno a “cumplir con sus obligaciones internacionales” de respetar y a defender derechos humanos sin discriminación de quienes luchan contra lo que definió como “racismo estructural”.
A esa agencia de Naciones Unidas le complace lanzar piedras de ignominia contra República Dominicana, al reincidir en la injuria de afirmar que aquí se ejercen “crecientes amenazas contra personas defensoras de los derechos de migrantes haitianas, dominicanas de ascendencia haitiana en situación de apatridia y afro descendientes”.
Las mayores violaciones a los derechos humanos de niños, niñas, adolescentes, mujeres y hombres se producen en Haití, donde más de cinco mil personas fueron asesinadas por bandas armadas durante 2024, con predominio también de desplazamientos forzados, secuestros, sicariato y violaciones, lo que no parece interesar a AI.
Alguna razón tendrá esa organización para denigrar e injuriar al Estado dominicano que frente a la indiferencia de la comunidad internacional ha asumido la defensa del pueblo haitiano en su largo calvario de criminalidad y miseria, aunque con la firme determinación de que no formaría parte de ninguna solución o receta foránea a ese drama.
Lo que corresponde a Amnistía Internacional es centrarse en la situación de Haití, como lo sugiere el presidente Abinader, y cesar en sus miserables e infames acusaciones de racistas y violadores de derechos humanos contra los migrantes haitianos que atribuye al gentilicio nacional.