En pocos o quizás ninguno de los países de la región latinoamericana hemos tenido un juicio por corrupción administrativa a altos militares de las distintas ramas de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional como el caso Coral y Coral 5G. Es verdad que a primera vista este caso no es más que un pequeño grupo de nuestros cuerpos armados.
No obstante, representa un juicio a la guardia y aunque rápidamente sea corregido que esa ínfima parte no es el cuartel, si aceptásemos ingenuamente el texto podría pensarse que esta trama mafiosa no trascendería el ámbito local. Sin embargo, la elucidación de estos juicios será el verdadero corazón que ha de identificar a las fuerzas armadas en la zona americana, o, más precisamente del Caribe y Centroamérica, para preparar una escena en la que habrá de representarse el sentido de las conductas de nuestros ejércitos.
Esta identificación no es sólo el signo de la ofensa sentida de las Fuerzas Armadas, sino también de la República porque ha sido gente que obnubilada por el poder confundió su papel y ha desfalcado no tanto al Estado, también a sus propias instituciones de tal forma que la “ración de la boa” sufre una profunda mutación ocupando un lugar nuevo en la corrupción del estamento militar. Otros procesos judiciales contra militares los hemos tenido (Juicio a las Juntas), sobretodo por violación de derechos humanos (torturas, desapariciones y otros tormentos a detenidos) que trascendieron por su importancia, pero no por desfalco y corrupción de los bienes públicos y de sus propias instituciones.
Sería sorprendente que este proceso penal pase en silencio para la región, pues los procedimientos empleados para combatir este viejo enemigo suceden en una situación que carece de precedentes históricos en un ambiente de ejemplaridad democrática.
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