Las violaciones que alegan los abogados de la defensa sobre la prisión preventiva del exministro Administrativo de la Presidencia, José Ramón Peralta, no hacen más que confirmar el carácter extrajudicial de los 18 meses que se le impusieron al exfuncionario en la cárcel de Najayo. Dicen los juristas que para recluir a Peralta durante un período que por demás luce excesivamente largo los jueces se basaron en delaciones premiadas y no en evidencias de la supuesta estafa al Estado que le atribuye el Ministerio Público.
Los tecnicismos legales pueden ser muy importantes, pero la realidad es más aplastante. En su extensa perorata, el Ministerio Público se ocupa de descartar que el exfuncionario representa un peligro de fuga al adelantar que por documentos confidenciales que se encontraron en un allanamiento a su residencia estaba al corriente de la investigación sobre la presunta estafa en la que se le involucra junto al exministro de Hacienda, Donald Guerrero, y a muchos otros. Peralta, lejos de huir para evadir su aprehensión, no puso un pie fuera de casa, donde lo encontraron cuando un contingente fue a buscarlo preso.
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El caso Peralta, como muchos otros, pone en tela de juicio la naturaleza de la prisión preventiva como medida de coerción. Con los tratados internacionales de extradición, huir de la justicia no resulta tan fácil, sin importar el lugar que se elija para ocultarse.
Pero todavía más: Con el soporte de la tecnología en las investigaciones no se tiene que tener tras las rejas a una persona en lo que se reúnen las pruebas para imputarla. Por supuesto que existen sus excepciones, pues no todos los procesos se pueden abordar de la misma manera.
El hecho es que si los fiscales tienen que ser más competentes, los jueces tienen que ser menos complacientes y más independientes en sus funciones.
Esa reclusión en Najayo de Peralta tiene todas las características de una humillación, que contrasta o atenta contra los principios de un Estado de derecho. Como el suyo hay cientos de casos, pero ha sido su dimensión política y económica lo que más incidido en ese toque de atención sobre las debilidades del sistema judicial.
Aparte de la demostración de apego a las leyes que ofreció cuando lo fueron a apresar, por el historial familiar puede afirmarse que Peralta sabrá dar la cara antes que huir como un cobarde. Su padre se jugó la vida contra la tiranía de Trujillo en defensa de la libertad, un tío suyo fue acribillado en Las Manaclas durante la expedición liderada por Manolo Tavárez en la que también cayó un primo. Y otro, Emilio Cordero Michel, salvó la vida milagrosamente.
La justicia tiene que ser más justa en casos como el del exministro. La prisión domiciliaria es lo que manda su caso.