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Los cuatro entierros de Pablo Neruda

Los cuatro entierros de Pablo Neruda

Rodolfo Reyes, sobrino de Neruda; Theodoro Elssaka, poeta; y Manuel Araya, quien fuera el chófer y asistente del Premio Nobel de literatura 1971; y otros familiares y amigos hacen guardia de honor.

Pablo Neruda, el poeta más grande desde Homero y Virgilio hasta nuestros días, es el único humano que ha sido sepultado 4 veces. Y lo más resaltante es que todavía sigue vivo como cuando a los 14 publicó sus primeros poemas, a los 19 “Crepusculario”, su primer libro, y a los 20 años, los “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”, el de mayor tiraje y difusión mundial.

El primer entierro que se le dio a Neruda fue el 25 de setiembre del 1973, en el mausoleo de la familia de Adriana Dittborn, al segundo día de que dejara de respirar tras ser envenenado con la bacteria Clostridium botulinum, inoculada en la clínica Santa María, de Santiago, por personal al servicio del dictador Augusto Pinochet, después del sangriento golpe de Estado del 9-11.

No había transcurrido un año cuando, los herederos de los Dittborn solicitaron la devolución del sepulcro; los restos del poeta fueron exhumados y nuevamente enterrados el 17 de mayo del 1974 en otra bóveda del Cementerio Central de Santiago.

Pasaron 18 años para que los restos de nuestro poeta fueran nuevamente levantados, pero esta vez para cumplir su deseo, expresado en “Disposiciones”, el poema XXV, de carácter testamentario, incluido en la última sección (XV, Yo Soy) del “Canto general”, donde en 1949 escribió: Compañeros, enterradme en Isla Negra, frente al mar que conozco, a cada área rugosa de piedras y de olas que mis ojos perdidos no volverán a ver”.

El 12 de diciembre del 1992, acompañado en caravana por el pueblo de Chile que lo amaba, se produjo el tercer entierro de Pablo Neruda.

El 8 de abril del 2013, después que se produjo la denuncia de Manuel Araya, la publicación de los periodistas Francisco Marín y Mario Casasús, de la revista mexicana Proceso y la demanda interpuesta por el abogado Eduardo Contreras, por una orden del juez Mario Carrosa, de Derechos Humanos, los restos fueron exhumados por tercera vez, y viajaron a laboratorios de Holanda, Canadá, España y Estados Unidos para ser sometidos a experticia asistida por especialistas en genoma humano y expertos en patología forense.

Concluidos los análisis realizados por los científicos extranjeros, los restos regresaron a Chile tres años después, para el descanso terminante.

Día definitivo. Con Manuel Araya (su leal chófer), sus amigos, admiradores, familiares, sus camaradas del Partido Comunista, los miembros de la Sociedad de Escritores de Chile encabezados por su presidente Roberto Rivera; líderes mapuches, legisladores, gente del gobierno de Michelle Bachelet, obreros, campesinos y estudiantes.

Ante el catafalco me correspondió hacer la guardia de honor junto con Theodoro Elssaca y Rodolfo Reyes, cerca todo el tiempo, primero en el velatorio (desde el 25 hasta amanecer del 26) en el antiguo palacio del Congreso de Chile. Y esa misma mañana nos sumamos al cortejo fúnebre partiendo de Santiago hasta Isla Negra, donde acompañamos el discurso de Fernando Quilodrán, los cantos revolucionarios, acordes sinfónicos y canciones de Violeta Parra.

Allí estaban Francisco Marín, Gloria Ramírez, Elizabeth Flores, Eduardo Contreras.

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Era un martes de sol caldeado, 26 de abril del 2016. Dejamos a Pablo Neruda descansar al lado de Matilde Urrutia, a la orilla del impaciente océano, pasando a la historia de la poesía mundial con la hazaña de ser el único humano que ha tenido cuatro entierros.

Hoy, a los 120 años de nacimiento, el poeta sigue negándose a morir. 67 años antes de este día, nos convenció de que su vida sería eterna como las de los trágicos griegos. En “Voy a vivir”, el antepenúltimo de los 231 poemas del “Canto general”, escribió:

“Yo no voy a morirme. Salgo ahora,/en este día lleno de volcanes/hacia la multitud, hacia la vida./Aquí dejo arregladas estas cosas/hoy que los pistoleros se pasean/con la “cultura occidental”• en brazos,/con las manos que matan en España/y las horcas que oscilan en Atenas/y la deshonra que gobierna a Chile/y paro de contar”.
El autor es poeta.