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Masacrado Masacre

Masacrado Masacre

Como dos boxeadores en medio de un cuadrilátero, la República Dominicana y Haití mantienen un preocupante forcejeo por el río Masacre, que sin el manejo adecuado de la prudencia lo llevará a la firma de su vida, pasión y muerte.

Mientras, por un lado un grupo de haitianos manipula las ataguías colocadas por el gobierno dominicano para obtener más agua del afluente, por el otro, el gobierno del presidente Luis Abinader instala bombas eléctricas para conseguir más agua en la parte dominicana.

Es un «tira y jala» de extremo a extremo en lo que ninguno de los sectores envueltos en el conflicto está pensando en el tesoro donado por la naturaleza que mitiga nuestra sed e irriga nuestros cultivos. 

 La retrospectiva del conflicto es un concierto a la insensatez y la irracionalidad de los contendores.

 Todo comenzó luego del fracaso en la mesa de negociación binacional, en donde un grupo de haitianos, compuesto por oportunistas, empresarios, pandilleros, políticos, agitadores de turno, autoridades haitianas, etc., construyó con inusitada y sospechosa presteza, un canal en el torrente fronterizo sin que la obra saliera del consenso de las partes, ni mucho menos contara con estudio alguno de impacto ambiental.

Del lado dominicano, el gobierno ni tonto ni perezoso, ha utilizado la trifulca de la construcción ilegal de la acometida como estrategia politiquera con miras a conseguir beneficios electorales de cara a las elecciones de mayo.  

Directamente proporcional al cruce lisérgico de metamensajes entre el insensible gobierno del presidente Luis Abinader y los iracundos grupos haitianos, el río Masacre o Dajabón es zarandeado y deforestado a partes iguales por los bandos envueltos en el rifirrafe.

Su caudal disminuye drásticamente, y las riberas son destruidas por la galopante tala indiscriminada que asesina inmisericordemente su otrora exuberante vegetación.