Hay que gobernar, reformar, consensuar, y hasta imponer, pero hay que gobernar sin sofismas ni arreglos pues se le ha dado un voto de confianza aún los métodos non sanctum para lograrlo.
Claro, fatales suelen ser las consecuencias de un falso concepto, más si proviene de las alturas del poder. Finalizando el período de Gobierno sus portavoces siguen tratando de ocultar gestiones vulgares que ocurren en el área oficial, y hasta ofenden de todas las maneras posibles a la inteligencia de los demás cuando pretenden enrarecer la verdad de los hechos con una delirante estrategia maquiavélica.
Guardémonos de emitir juicios tan enervantes, tan propios de una apología a la astucia política, queriendo dar a entender que se transita por una afirmación de valores mediante la lírica de tratar de quedar bien, de exhibir una imaginación impecable, que la mayoría de las veces termina en respuestas destempladas y ridículas.
Recientemente acabamos de escuchar “uno de tantos”, y pienso que debe ser punto de partida para un cambio del modelo porque la gente no está para bromas, aunque ría; no tolerará explicaciones simplistas y sin lógica. ¡Cambian o cambiamos!. Esta expresión podría surgir del seno de una ciudadanía que cada día se le enrarece más su futuro.
Este nuevo Gobierno tiene que ser para gobernar de verdad porque hay viejas urgencias, y dejar la bisoñés, la memez, la mentecatez, y la endeblez, o habrá consecuencias. No es hora para que desde el poder se embelezca, se manipule, se regodee y se repartan prebendas para frenar la indignación ciudadana y tratar de permanecer en él.
Hay un pueblo hambriento de cambio, de justicia, y ante juicios que le conciernen al régimen hay que actuar o terminarán abrumados por el peso de sus indecisiones y de sus recetas fracasadas. Sabemos que hay una realidad y es que seguirán en el poder, pero que sus errancias y exceso de bilis no oscurezcan los espacio iluminados.