Los más de 10 mil muertos que habían dejado hasta el domingo los bombardeos de Israel en la Franja de Gaza no solo han conmocionado a más de medio mundo, sino que ha sembrado el pánico fuera de la zona de guerra.

Esos crímenes han generado irritación no solo en la numerosa comunidad musulmana diseminada por el mundo, sino hasta entre quienes condenan los atentados terroristas de Hamás como método de lucha.

En los ataques del 7 de octubre se calcula que Hamás mató a unos 1,400 israelíes, incluyendo niños, secuestró a 245 personas e hirió a miles. Pero en respuesta a los atentados el Gobierno de Israel ha matado a alrededor de 10 mil personas, de las cuales casi el 50 % son niños.

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Además de las destrucciones de la infraestructura física, los ataques han dejado más de 25 mil heridos y cerca de 2,500 desaparecidos. La desproporción en los ataques apuntan a un genocidio del Gobierno de Israel en la franja de 365 kilómetros de Gaza, donde se estima que viven alrededor de 2.2 millones de personas.

Israel ha atacado hospitales, campamentos de refugiados, ambulancias, escuelas y centros de organismos internacionales como las Naciones Unidas. A los sitiados palestinos les cortó el suministro de alimentos y ayudas humanitarias, además del agua y la luz.

Gracias a ingentes gestiones se logró abrir un corredor por Egipto para asistir a los atrapados en la guerra. El genocidio israelí ha dado lugar a que grupos y países musulmanes hablen de una intifada, sin descartar ataques terroristas en cualquier lugar que puedan generar pánico.