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Medios  y  publicidad

Medios  y  publicidad

Juan TH

Más que regular la inversión publicitaria, que de repente parece preocuparle a determinados sectores políticos, lo que debe regularse es el uso de los medios de comunicación, sin que ello implique coartar la libre expresión del pensamiento, ni la libertad de prensa.

Los gobiernos del Partido de la Liberación Dominicana llegaron a gastar hasta diez mil millones de pesos en publicidad y propaganda, promoviendo, no solo la figura presidencial con fines reeleccionistas, sino la de todos los funcionarios con aspiraciones de ser potenciales candidatos a cargos de elección popular, sin que a nadie le preocupara, sobre todo a los dueños de los medios de comunicación, la mayoría empresarios contratistas y suplidores del Estado que obtenían grandes beneficios.

Las autoridades gubernamentales han debido regular la inversión publicitaria hace muchos años, no solo reduciendo el gasto, que en última instancia no es lo más trascendente, sino despolitizándola, convirtiendo la publicidad y la propaganda en elementos útiles socialmente, en parte fundamental de la formación y la educación ciudadana. No es la inversión en sí misma, es la calidad de la inversión, no solo en la publicidad, sino en sentido general. 

Cuando el PLD gastaba diez mil millones de pesos en propaganda y publicidad nadie decía nada, salvo algunos partidos de la oposición y organizaciones de la sociedad civil, como Participación Ciudadana. 

Tal vez el momento político no sea el adecuado para intentar reducir el gasto publicitario, ni para regularlo, tomando en cuenta que estamos a escasos días de las elecciones municipales y menos de seis meses para las elecciones congresuales y presidenciales. Pero en algún momento había que hacerlo, es cierto.

Considero, eso sí, que también debemos regular y reglamentar los medios de comunicación, sobre todo el uso de la radio, la televisión, los periódicos digitales y las redes sociales, donde el desorden es mayúsculo dada la degradación ética y moral que en ellos se observa. La democracia es una cosa y el libertinaje democrático es otra.

En las redes sociales vemos demasiada obscenidad, vulgaridades, falta de respeto, difamación e injuria, sin ninguna consecuencia. No hay control.

En los canales de YouTube, Instagram, Twitter, etc., se escuchan, se leen y se ven cosas que no pueden tolerarse en una sociedad organizada y ordenada. El Estado debe inmiscuirse en esos asuntos porque lesionan la privacidad y la integridad de las personas.

Parece haber una competencia entre hombres y mujeres para ver cual, de los dos, hombre o la mujer, es más indecente, más vulgar, más difamador e injurioso. No hay respeto por nada ni por nadie. Las acusaciones  van y vienen, sin pruebas, sin sustentación real. ¡Increíble!