
Los sueños muertos y los agonizantes no se parecen. Los primeros sólo queda enterrarlos, con los agonizantes apelemos al refrán: “La agonía es larga, pero la muerte es segura
I
Cuando el ruido prolifera a todo lo largo y ancho del camino, posiblemente anhelemos el silencio, aunque haya sido uno mismo que haya ocasionado el ruido.
II. Cuando en el camino, a la vez que el ruido, prolifera la violencia, sin importar la causa, sensato sería que nos atemoricemos, aunque seamos capaces de contrarrestar esa violencia, ponerla en orden en lo que nos apartamos de ella, que no pueda alcanzarnos.
Lo anterior podría parecer inconcebible, pero es donde radica lo posible. Pueden ser de cualquier individuo con experiencias en el vivir. Sí, dije experiencias en el vivir, porque posiblemente tener experiencias en el vivir consista en poder sondear los problemas de la vida cotidiana, seamos o no quien lo ocasione, pero es difícil pedir sensatez en estos tiempos del vivir boca arriba, aclamando al cielo, pues a abrazadas limpias ya no se puede avanzar cuando se está nadando contracorriente.
Si nos detenemos un poco en nuestro entorno, todos los problemas provienen del agua y del aire. Por agua lo que todo el mundo sabe; por aire los ciudadanos, sin sueños, desplazándose despiertos como bajar una escalera borracho.
Vivir proporciona sueños que les salen caros al que tiene la intención de soñar despierto con una vida mejor. Me refiero a los sueños del que viaja legal o ilegal, de estos últimos años llamados con bombos y platillos, repatriados, pues estos últimos ya están “envenenados” con la experiencia sigan o no soñando.
Dejado sin efecto la experiencia del sueño a largo plazo, de vuelta al corto plazo, ¿perdidos? Cada día el mundo, los destinos del “en busca de oportunidades para una vida mejor” son más pequeño para ser camino al andar cargados de sueños, pero es como el hombre se abre paso en la realidad que crea y destruye de manera simultánea desde tiempo inmemoriales.
Somos, aparentemente los fabricantes de nuestros sueños, pero es todo lo contrario, es la realidad que como se mira o se sienta tiende a ser kafkiana. Nuestra realidad nos las indilga, crea esos sueños que empujan a estar despiertos o dormidos a la vez mientras la vida pasa en su carro fúnebre. Sueños repletos de simbologías interpretativas aptas para la lotería, con la expectativa de sacarse el premio fragmentado o entero, llamado el gordo.
Supongo que todo lo que están pasando nuestros emigrantes ilegales, “triunfe o no”, cualquiera se detiene y piensa…por ahora se acabaron los viajes en yola, a menos que no sea para llevar otra cosa, que no sean gentes, y que ya no es negocio y la vuelta por… ya no conduce a ningún lugar paradisiaco porque están vigiladas por nuevos toques de diana al otro lado de la orilla. La línea sigue estando está en el mismo trayecto de sol, pero esta vez da al vacío.
Por ahora se acabaron los sueños de una vida feliz del otro lado del océano menos para el ilegal que el legal. Los sueños muertos no se parecen a los agonizantes. Con los sueños muertos nada más queda el entierro, con los agonizantes… apelemos al refrán: “La agonía es larga, pero la muerte es segura”, ya no hay tiempo, para el que no hace las cosas como deben ser, en lo que se refiere al viaje ilegal.
El dilema:
I. Cuando el silencio y ahora el miedo, proliferan en las calles que hasta hace poco tiempo se caminaba sonriendo y maravillado por las calles, con el llanto borincano o mexicano en la boca; ahora se hace llorando en pleno día o en las noches, deseando un poco de “humanitud”.
II. Cuando ni donde dormimos o despiertos nos sentimos seguros, pensando que a lo que más tememos pueda pasar… ¿pedir clemencia es el camino a la plegaria para ser oída? No es tiempo de orgullo, pero hay que hacer ejercicios de tener un poco de ¿vergüenza? Quien no nos dice que entre, al tocar…
Se vive en el tiempo en que los milagros necesitan permisos para los socorros inconsolables. Cuando ningún lugar es seguro para esconderse… la zozobra de despertar impera como una pesadilla.
El autor es escritor.
Por: Amable Mejía
amablemejia1@gmail.com