Roselin Llanes, cubana radicada en Miami, es una figura de redes sociales que se ha destacado por sus videos de baile y poses sensuales en Instagram, donde acumula más de 970 mil seguidores y en TikTok donde cuenta con 3.4 millones de seguidores.
«Están bien lindos, pero a la vez que abren la boca, no me gustan», prosiguió.
La influencer cubana Roselin Llanes ha provocado una gran controversia con unas declaraciones que ha hecho, y que muchos se tomaron a pecho.
Dijo sin ambages, de manera despectiva, que los dominicanos somos unos analfabetos, que ninguno sabemos hablar, y si lo hacemos, hablamos muy feo.
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Reprocha que cambiamos las palabras. Que a una mujer le decimos que está “peluche”, si es bonita, y “bagre”, si es fea.

De inmediato hemos visto a muchos rasgándose la vestidura y le han respondido con una andanada de insultos en las redes sociales.
Por los ejemplos que pone de las palabras que dice cambiamos los dominicanos en nuestra manera de hablar es evidente que con los únicos que se ha juntado es con los diletantes de la música urbana y con la muchachada del gueto de la calle 42, conocidos por la manera en que articulan el lenguaje, a partir de una jerga, donde emplean para comunicarse hasta sonidos onomatopéyicos.
Es injusto que Roselin haya generalizado al considerar que todos los dominicanos hablamos de ese modo y por somos analfabetos.
El fenómeno en modo alguno se pudiera considerar exclusivo de nuestra gente, porque si nos vamos a la juventud de otros países nos encontramos con que la situación se repite con otras alteraciones del lenguaje y expresiones que se codifican.
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Hasta en USA los negros norteamericanos tienen su manera de hablar el inglés, con modismos y frases idiomáticas que solo ellos entienden, y no por ello se puede generalizar.
Roselin vive en Miami, pero no por ello debería desconocer que muchos de sus compatriotas en Cuba también emplean modismos que les son muy propios y característicos.
La cultura y la idiosincrasia de los pueblos se establece a partir del idioma y su manera de hablarlo.
Esa modalidad “bagre” al hablar que ella descubrió en el dominicano forma parte de la cultura del barrio y la marginalidad.
La próxima vez que Roselín venga al país no la lleven a la 42. Hay que invitarla a un paseo por el campo, montada en el caballo Rocinante de Don Quijote, naturalmente, con el permiso y la autorización de Cervantes.
De seguro que con ese paseo se va a disculpar de sus ofensas.
Por: Joseph Cáceres