La insurrección del 24 de abril de 1965, de cuyo estallido se cumplieron ayer 60 años, se inscribe como uno de los episodios más relevantes en la historia republicana que muestra la determinación del pueblo dominicano de defender con propia sangre la Constitución Política del Estado, sostén de las libertades públicas.
Lo que desató esa gesta fue el derrocamiento del gobierno democrático del profesor Juan Bosch, el 25 de septiembre de 1963, que dio origen a un régimen de facto que prohijó un ácido período de represión política y corrupción administrativa.
Ese 24 de abril de hace seis décadas, un grupo de jóvenes oficiales con respaldo de partidos y movimientos políticos convocaron a una revuelta popular ante la negativa del alto mando castrense de promover el retorno de Bosch al poder y la rehabilitación de la Constitución democrática de 1963.
Cuatro días después, se produjo la segunda intervención militar de Estados Unidos, lo que transformó el conflicto cívico militar en una guerra patria contra un poderoso ejército invasor que tuvo el propósito oculto de malograr el anhelo popular de restaurar la democracia.
Los jóvenes de hoy deberían saber que miles de hombres y mujeres ofrendaron sus vidas en defensa de una Constitución Política y de un gobierno democrático que durante siete meses garantizó las libertades públicas, conculcadas por el golpe de Estado perpetrado por elites civiles y militares con anuencia imperial.
La revolución constitucionalista y la resistencia contra la intervención militar estadounidense constituyen episodios gloriosos de la historia nacional que resaltan el arrojo, valentía e intrepidez de una generación de patriotas que enfrentó con las armas a elites golpistas militares y políticas y a un poderoso ejército invasor.
Es preciso advertir a quienes a lo largo de 60 años han lacerado principios fundamentales de la gesta de Abril, al incurrir o patrocinar desde poltronas públicas o ámbitos de influencias acciones antidemocráticas o de latrocinio contra el erario, serán lapidados por la historia como Herodes, Pilato o Judas.
Que no se olvide nunca que la sangre derramada en esas gestas abonó un largo trayecto de lucha por el restablecimiento y consolidación de una auténtica democracia sustentada por una Constitución Política que garantice el estado de derechos y la soberanía nacional.