Articulistas

Noche de bodas

Noche de bodas

Pedro P. Yermenos Forastieri

Aquel fue un noviazgo tormentoso. No quedaban dudas de que los múltiples y al parecer insalvables obstáculos que enfrentaba la pareja, terminaron siendo el principal incentivo de los jóvenes para persistir en el proyecto de unir sus corazones.

La propiciadora de tales trabas, actuó contra su objetivo esencial. Mientras más se obstinaba en impedirlo, más encendía la chispa de dos personas decididas a cualquier cosa para materializar su amor.

 Esa señora estaba, a todas luces, atrapada por profundas perturbaciones psicológicas que la convertían en un personaje excéntrico, apegado a hábitos rarísimos, que apenas salía de sus habitaciones y que manipulaba su entorno para que todo girara a su alrededor, utilizando supuestas o reales dolencias para lograr focalizar sobre ella la atención de todos.

 La gran víctima de sus caprichos enfermizos era su única hija. Estableció con ella una relación de dependencia de tal magnitud, que la escasa salud mental de la que pudiese estar provista su descendiente, era sometida a durísimas pruebas para la muñequita de trapo en que su madre enferma quiso convertirla.

 No había un solo detalle en la existencia de la hija que no estuviese concebido, desarrollado y ejecutado a imagen y semejanza de la voluntad irracional de quien la tenía como un maniquí para ser exhibido en las condiciones específicas que decidía la maniática titiritera que movía sus hilos.

 Solo una obsesión era mayor que la de esta mujer: La del joven enamorado quien, por todos lados juraba que, de no ser con ella, permanecería soltero toda su vida. Cuando su madre escuchó tan radical advertencia, fue la primera en desearle que lograra su propósito, porque lo único que no quería en su familia era un solterón amargado.

 Esa persistencia sedujo a su pretendida, quien  le prometió que, por encima de cualquier dificultad, contara con ella para hacer realidad un sueño que se había hecho común. En la misma proporción que se incrementaba la ilusión de los novios, crecían las crisis nerviosas de la matrona convertida en máquina creadora de problemas para convencer a su esclavita de que no podía abandonarla.

 No valieron artimañas. Sin pensarlo, le comunicaron la fecha de su boda. Sería en su casa. Nadie se sorprendió ante su ausencia. Al momento de los contrayentes partir, la hija fue a despedirla a su guarida eterna. Su grito alarmó a todos. Corrieron al lugar. Sobre su desnudez resaltaba, vacío, el frasco de sus barbitúricos.