El sello del sicariato se torna cada vez más visible en la creciente ola de crímenes, que tanto perturban a la población, ocurridos estos días en Santiago y otros puntos del territorio.

Antes de dos jóvenes ultimados por pistoleros en Santiago, un comerciante y otra persona habían caído en circunstancias con las características del sicariato.

Jóvenes que se desplazaban en motores ubicaron a Ramírez Brito, Rony Perozo, Wilson Darío Salazar y otra persona sin identificar y sin mediar dispararon a cada uno, marchando después de los lugares sin cargar con pertenencias de sus víctimas. Los casos se inscriben dentro de una ola de violencia que en lo que va de año ha cobrado la vida de unas 60 personas.

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Entre las víctimas figuran un comerciante de Azua y su chofer, crímenes por los que se persigue a un haitiano. Pero también las cinco muertes que la Policía atribuye a una supuesta banda de malhechores liderada por un fugitivo identificado como Yenepa.

En la lucha contra la criminalidad y la delincuencia han caído presuntos bandoleros en supuestos intercambios de disparos con patrullas de la Policía. El sicariato es una modalidad del crimen que dispara más el miedo porque la gente se considera más expuesta.

El proyecto de ley anunciado por el presidente Luis Abinader para elevar a 50 años la prisión a los acusados de sicariato sintetiza la preocupación por la acción de pistoleros al servicio del crimen. La violencia no es para matizarse.