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ORTO-ESCRITURA: Entre el tiempo y el espacio, la poesía

ORTO-ESCRITURA: Entre el tiempo y el espacio, la poesía

Rafael Peralta Romero

Estas palabras acerca del poemario “Entre el tiempo y el espacio”, de José Elías Muñoz, andarán muy lejos de las profundidades por las que ha penetrado el maestro Juan Antonio Rosario, autor del prólogo.

Él ha titulado su escrito de manera provocativa: “¿Es la poesía filosofía o es la filosofía la rectora de los destinos de la poesía?” Como si asumiera el desafío del apreciado colega, me permito afirmar que hay una actitud filosófica en la poesía de Muñoz.

Queda evidenciado en el hecho de que el poeta lo ve todo a través del amor, amor que se vincula al sexo y al erotismo. El erotismo que destila esta poesía es perceptible, aunque lejano a lo muy explícito y vulgar.

No sé explicar hasta qué punto la poesía de José Elías Muñoz haya sido influenciada por las teorías de la sexualidad divulgadas por el sabio austriaco Sigmund Freud.

Lo que nadie puede ignorar, ni siquiera el más ingenuo, es que la sexualidad no es, ni puede ser, ajena a ningún ser humano.

A mí me parece que la poesía guiada por la filosofía tiende a espantar lectores, porque se asocia a lo complejo, quizás a lo impenetrable o lo imposible de descodificar.

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ORTO-ESCRITURA: Entre el tiempo y el espacio, la poesía

Y me parece también que José Elías compone poesía para ser leída, leída por personas no necesariamente doctas en materia literaria, filológica o de otra especialidad, en fin se trata, la suya, de textos que tocan de cerca lo humano, el ser humano y sus necesidades espirituales.

El asunto predominante en esta poesía es el amor, recordemos el dicho de Terencio “nada humano me es ajeno”, y estoy tentado a simplificarlo diciendo que a ningún humano el amor le es ajeno.

José Elías no es la excepción, y el amor aparece en su poesía con manifestaciones regidas por variadas circunstancias, aunque el canto va dirigido a una sola musa: la novia eterna.

Esta poesía es auténtica y obedece a mandatos interiores, a esos que se producen en momentos en los que el autor logra abstraerse hasta colocarse en un estrato al que solo pueden acceder los privilegiados a quienes les ha sido dado manejar el lenguaje de la poesía. Veamos este ejemplo, poema Volcán.

“El ruido del silencio /de tu alma/ entorpece/mis posibles caricias/ pone a vibrar/ mis emociones/ ilumina el sendero/ de mi vida/ y provoca la erupción/ de mis besos”. (p. 35)

El lenguaje de la poesía necesita del misterio y la extrañeza, y esto es lo que diferencia al poema del dicho ordinario. Todos podemos decir a alguien “me gustas” o “te deseo” o cosa más explícita como “quiero acostarme contigo”, y hasta un poeta podría valerse de esos recursos tan volátiles y habituales, pero cuando ejerce la función creadora, el poeta expresará sus deseos de este modo: “…deslizar mis suspiros sobre el lugar deseado”.

Tan fácil como eso es detectar el filósofo en la poesía de José Elías Muñoz, bastará una lectura al poema “Cosmos”. Oigamos esta pieza digna de antología:

“Eres la risa de mi existencia / El paladar de mis pesares/ El rostro de mis andanzas/ La agudeza de mi accionar/ La llama de mis quehaceres/ La pureza de mis desventuras/ El iris de mis decires/ La mirada de mi impaciencia/ El audio de mi devenir/ El tacto de mis otredades/ La presencia en mi oquedad/ Eres mi cosmos…” (p.41)

“Entre el tiempo y el espacio” es un libro de poemas en el que la poesía está muy presente. Y lo está porque en estos poemas hay sentimiento, hay ritmo y hay melodía, los cuales son los insumos de los que han sido compuestos y debe componerse toda poesía.