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Privatizando la salud

Privatizando la salud

Narciso Isa Conde

En esta fase de la crisis del sistema imperialista occidental la estrategia neoliberal incluye una aceleración del proceso de privatización de los servicios públicos, incluido el sistema de salud y seguridad social.

Desde tiempo atrás los servicios hospitalarios de salud del Estado  han coexistido con las clínicas privadas, con el agravante que en la relación entre lo público y lo privado se ha favorecido en alto grado al negocio capitalista privado.

Pasa igual con los laboratorios clínicos, centros de diagnóstico e investigación. También con las escuelas de ciencia de la salud.

El campo de los fármacos está secuestrado y pervertido por las farmo-corporaciones transnacionales, por industrias farmacéuticas privadas, empresas importadoras y grandes distribuidoras. Frente a los monopolios y oligopolios privados, incluidas las cadenas de farmacias, las boticas populares vienen siendo un precario premio de consolación.

Los centros privados están súper abastecidos, mientras los hospitales públicos -aún remodelados o recién estrenados- están desabastecidos, rodeados de numerosos y variados negocios privados que comercian con las enfermedades.

No faltan plazas públicas de salud y hospitales modernos con buenas estructuras y equipamientos que sutilmente son sometidas a diferentes modalidades que afectan la gratuidad del servicio y favorecen medidas privatizadoras; vía patronatos, fundaciones, cuotas de recuperación y supuestas variantes de autogestión. A la vez, abundan los subsidios estatales a centros de servicios de salud y educación de propietarios privados.

Esto coexiste con la degradación tolerada de la relación médico-paciente en hospitales públicos, donde abundan los casos en que se hace negocio privado desde la función pública y son bastante comunes los casos de especialistas que dedican pocas horas al servicio público y muchas al ejercicio privado, tirando la carga del hospital a médicos recién graduados, mal remunerados y maltratados.

La concurrencia del pueblo pobre a los hospitales asume características de vía crucis, dadas la desorganización, la burocracia, apiñamientos, rebotes y aplazamientos frecuentes de consultas y cirugías. Con ese cuadro no hay manera que el área de la salud pública pueda competir con la medicina privada, muchos de sus entidades convertidas en centros de extorsión.

Por su parte, la seguridad social, que fue una vez toda pública, aunque  limitada y golpeada por la corrupción, ahora está considerablemente privatizada  a favor de los Bancos Privados. Sobrevive SENASA y algunas ARS de entidades estatales o  autónomas; mientras que la estafa que encarnan las ARS y AFP, hay poco que agregar a los valiosos aportes de la Fundación Juan Bosch y la Coalición por una Seguridad Social Digna.